agosto 12, 2010

Agalmatofilia

marzo 02, 2010

Sueño junto a una guitarra, Jorge Teillier





Una mujer sin edad
dormita junto a una guitarra.
Yace en el sueño
donde es un trozo de carbón al fondo de una montaña,
un tronco quemado y retorcido
sobre un terreno sin arar.
Pero de pronto despierta.
Sus dedos mueven las cuerdas
que son de nuevo crines al viento,
el sueño de un alerce de mil años puesto en libertad,
las obscuras olas golpeando rocas,
el júbilo de los primeros brotes después de la sequía.
La luz inmemorial de las palabras
ilumina este cuarto de techos ahumados
bajo el cual bebíamos un vaso de vino miserable.
La luz de las palabras verdaderas
gastadas como instrumentos
que pasan de padres a hijos.
Ellas nos hablan de las fiestas de los pobres,
de la felicidad de comer un poco más los domingos,
de nacimientos y juicios finales,
del trabajo sin más paga que la muerte
para los viejos enfermos y abandonados.
Escuchamos días y días de lluvia, llanto de niños
friolentos, rechinar de puertas en las prisiones.
Esa vieja voz nos hace reintegrarnos a la tierra,
allí donde nos reuniremos y desapareceremos,
y descubrimos, por un momento,
que podemos lograr una muerte perfecta.
Una muerte perfecta como un cántaro.

diciembre 22, 2009

John Keats





Al ver los mármoles de Elgin



Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa,
como un sueño inconcluso, la espera de la muerte
y cada circunstancia u objeto es una suerte
de decreto divino que anuncia que soy presa

de mi fin, como un águila herida mira al cielo.
Pero es un delicado murmullo este lamento
por no tener conmigo una nube, acaso un viento
que hasta abrir su ojo el alba me dé tibio consuelo.

Estas borrosas glorias que imagina la mente
prestan al corazón un territorio escondido
y un extraño dolor cuyo prodigio silente

mezcla la helénica grandeza con el sonido
del Tiempo ya pasado o de un mar inclemente,
con el solo la sombra de un ser desconocido.



***




Lo hermoso es alegría para siempre:
su encanto se acrecienta y nunca vuelve
a la nada, nos guarda un silencioso
refugio inexpugnable y un reposo
lleno de alientos, sueños, apetitos.
Por eso cada día nos ceñimos
guirnaldas que nos unan a la tierra,
pese a nuestro desánimo y la ausencia
de almas nobles, al día oscurecido,
a todos los impávidos caminos
que recorremos; cierto, pese a esto,
alguna forma hermosa quita el velo
de nuestro temple oscuro: talla luna,
el sol, los árboles que dan penumbra
al ganado, o tales los narcisos
con su universo húmedo o los ríos
que construyen su fresco entablamento
contra el ardiente estío; o el helecho
rociado con aroma de las rosas.

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