marzo 08, 2009

Rabindranath Tagore, de 'Regalo de Amante'





23


A mí me gustaba la ribera arenosa, en cuyas lagunas solitarias clamoreaban los patos y las tortugas tomaban el sol; donde al anochecer, las barcas pescadoras perdidas venían a cobijarse a la sombra, entre la yerba alta.

A ti te gustaba la frondosa ribera, donde los bambúes cogían las sombras en brazos; donde venían las mujeres con sus cántaros, por la senda retorcida.

El mismo río corría entre los dos, y cantaba la misma canción a las dos riberas. Yo lo escuchaba echado, solo, en la arena, bajo las estrellas; tú lo escuchabas sentada, al borde de la ladera, en la luz del alba; solo que las palabras que yo le oía eran ignoradas por ti, y el secreto que decía a ti fue siempre para mí un misterio.




26


Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso suelta sus sombras por el río, arrastrando, lento, su luz vaga hacia el ocaso; cuando lo que queda del día es ya demasiado poco para trabajar o jugar.

Te sentarás sola en el balcón que da al Sur, y yo me pondré a cantarte en el cuarto oscuro. El olor de las hojas mojadas entrará por la ventana, en el crepúsculo creciente, y los vientos tormentosos clamorearán en los cocoteros.

Traerán la lámpara encendida al cuarto, y entonces me iré yo. Y tú, quizá, entonces, escucharás la noche, y oirás mi canción cuando yo esté callado.





29


Cuando nuestros ojos se encontraron a través del seto, me pensé que iba a decirle alguna cosa; pero ella se fue. Y la palabra que yo tenía que decirle se mece día y noche, como una barca, sobre la ola de cada hora.

Parece que navega en las nubes del otoño, en un ansia sin fin; que florece en flores de anochecer, y busca en la puesta del sol su momento perdido.

Chispeaba la palabra, como las luciérnagas, por mí corazón, buscando su sentido en el crepúsculo de la desesperanza; la palabra que yo tenía que decirle.





En, ‘Obra Escojida’, Aguilar, Madrid, 1965. Traducción de Zenobia Camprubi. Pp, 277 – 306.