septiembre 03, 2008

Cuatro poemas de Roque Esteban Scarpa (1914 - 1995).




Del libro 'Luz de Ayer' poesía 1940-45, Santiago, 1951.

*


Luz de ayer, impalpable ceniza deslumbrante
isla en el tiempo entre verdad y sueño.
Nadie sabe que fué. Nadie recuerda.
Mi sangre en niebla y el amor desierto.

Pero esa luz de ayer, aun me contempla
embriagado de amor perecedero.


*
(De 'Soledad herida')

CUANDO LA LUZ NO SUEÑE


Esta luz que es movimiento,
inagotable vuelo que consumen las sombras,
en una noche blanca deshará tu figura
cuando en el aire caiga su postrera materia.




Esta luz te crea ahora, fingiéndote presente
en la más dura ausencia que un corazón soñara.




Si el soñador perece en una muerte turbia,
en un dejar sus ojos deshechos sobre sedas,
¿quién soñaría entonces tu adolescente forma,
ese dorado fuego que ya envuelve lo impuro?


*


DESPUES DE LA LUZ


Una frágil llama, temblando de cenizas,
una sombra también donde perdía
jóvenes cuerpos deslumbrantes
que arrastran su belleza
como un ala herida por las furias.
Y la sonrisa donde siempre es noche.
Y unas ciegas horas y el corazón amargo
vueltos hacia la soledad, donde los ojos
a través de la muerte contemplan lo creado.

Apenas un sentido de tempestuoso límite,
de concluir aquí, detrás de mis deseos,
cual un pequeño árbol que derrama en los aires
resina opaca y densa tal un grito insistente
nacido del puro sentido de la angustia.

Entre formas que ocultan lo que amábamos,
mordido de agonías en soledad confusa
ese rostro extraño que tus días lucen,
a mis manos violentas como cuernos de sangre
y al exasperado pecho, persigue como sombra.

Yo seré siempre una llama doliente,
mediodía de mármol trizado por un soplo,
esperanza serena con dejo de amargura
que tu amor me ha donado.


*


DONDE NOS SUEÑAN


Aquel viento que sabemos, en cada nueva hoja
el temblor alado de lo verde conoce,
ese tierno curvarse por las nocturnas lágrimas
y el amarillo triste que le cede el verano.
Más, cuando con grises pies el día cae,
de aquella, su plumaje tan leve, ya recoge
hacia las puras sienes que piensan cada brote,
su luz disuelta en el soñar del tiempo,
su latir inocente y su conciencia.



Mi juventud de claros ojos allí mora,
sol que creímos dormido eternamente,
mi corazón incierto que en púrpura se rompe
y apenas aquel viento como silencio oye.
Luna en mediodía nacida para verte
cual te vió mi corazón aquella tarde:
amor que conoce y a unas manos vislumbra
angustiadas creciendo hacia el deseo,
y en la soledad del resplandor huído,
sobre una seda gris o terciopelo,
sabe esperarlas, ciegas y desnudas.


Vínculos: Roque Esteban Scarpa en la web de Memoria Chilena.