junio 14, 2006

Poemas Breves. David Villagrán Ruz

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De quienes la sal conserva los nombres
eras de su brillo parte en el alba
y parte de su alma en agua toda.

Sobre su propia espada detenido
tras siglos mi nombre viniste a encontrar
sin oír, oyendo, cual calígrafo el cielo

Como el correo en su vuelo nocturno,
no se allegó despertando al rocío
solo por nosotros dos la mañana

No levantaron tus manos noticias,
tan sólo, ni celebran solamente
su auxilio las mías en las estrellas

Escampando, cual lluvia hacia la nube
callando llora a la que la tuviera
el brillo tuyo cegándome cubro

Antes de que tanta agua el saludo
Dar doble al rojo anzuelo me indicara
No era en tu nombre lo sagrado

Amor heridas cifra en sal y brillo
Razón con cicatriz suplir no puede
De la arena al mar la boca rota




Lentamente un beso en la mejilla
Se cierne entre las aves del claro silencio
Que no es eterno ni sereno entonces

Habiendo perdido el rumbo
Marcado por las bicicletas
Toma sus brazos y los cierra trayéndose en medio

Alabastro en huella gredaria
Su rostro prendido y moldeándose
Pieza por pieza

Es lo que encuentra cuando es trazado
Le toca cuando le deja
La forma lenta

Con las aves bebiendo del cielo
En una posa más del parque
La curva de acuario recomienza

Donde el beso piensa con sus manos
Y con sus brazos en el pecho
Comprende la torpeza que encanta

Un beso en la mejilla,
El punto donde todo comienza.





O




Yo me debo a mi dama
Y ella me ha amado en trozos la vocal del corazón

Yo me debo a mi dama
Y ella está tan dentro de mí que solo la siento con el abismo
Toda afuera el alma dentro si hablándole silencio
Si luz entrara siembra aquí a la hora del ocaso

Ella era una rosa coronada con espinas
Atravesada con la lanza de un camino
Y yo me debo todo a aquel camino
Andando con los pies de una congoja

Yo me debo a mi dama y el mar
Es un testamento susurrando una respuesta
Igual a un beso llega, y rompe
el vidrio de las venas,

O

Dolor sin querer amando al dolido.




Vidrio




El jardín con sus surtidores en la lluvia
Solo lo verás desde la ventana baja
Detrás de los cristales empañados
Yorgos Seferis




Domingo de soles leves
De luces silbando tras opacarse en los vidrios
Piedras en lugar de ojos
El sueño, alzando el oído se triza por pausas

El frío ha empañado tu cara, despierta y a gotas
Separados son labios los frentes que espían
Una misma prisa espaldas de otra

Oye a la ventana esconder con mirada vestida
La vergüenza plácida de una guerra

Otra mejilla, fresca, en ti flanquea el día
Y es tan poca la paciencia hasta el verberar
Que lamen los perros sobre el esmero

A otros pertenecen esas huellas sobre el sonido
Un barullo insípido tras las hoyas y las tazas
Callando a golpes la voz de un pasillo cualquiera

El séptimo grito devora su eco de armisticio
A oscuras, solo y enfrente de sus hijos
La luz oscurecida rebosante, transido frente
Teje su dios de Salida a saliva.




Para abrir los ríos
Antes hay que probar con el mar
Cuántos principios hay para este mismo sueño

La tarde nace lejos de las casas
Cada raíz escancia un vino que nadie beberá
A la noche solo se la oye pasar como una nuez
Rodando

Cuánto camino y no es esa la noche
Ni la tarde, la que se acompasa oscura
Estoy seguro de algo que vendrá
Y que tampoco es este viento con su lápida de espaldas

El viento solo se destila cerca de los puertos
Y aunque moribundos piensen temprano en su adiós
Quizá sólo se embarquen conmigo
En una borrachera soñada por el grano

Ay, estos muertos verdaderos
Navíos entre un pueblo y otro, y casas
De follaje tierno cuya gente nace solo para oír
Como su ríos los sacuden sin nada pendiente




Piedra




Una piedra rota no es dos piedras.
Luis Felipe Fabre


Halando lacerados cantos graves y longincuos
Escarpándose entredientes,
Solos
Cuales granos tremulados tarde
No se aparten secos
Menos madurados salmos
Cuanto más irriga el sacrificio espaldas
Ronca y grita un viento carne
Traza la juntura
Blanco busca el cielo lapidando
Tan papel y noche
Y de tan rojo, el gran Caballo.










Haikus





Como dos maderos
En un mar que habría de estar seco
Nos encontramos



Un par de monedas
Nuestro lecho, fuentes
Jardines paralelos



Conocen las aguas su morada
La lluvia es su templo
Distinto es el trueno



Una eternidad perdido
Inclinado sobre el papel
Lo encontró la lluvia



Como un antíguo ícono
Se despide la llovizna
pero la Pasión...



Cedro




La violencia solo comienza con la cicatriz
Las heridas jamás contarán ningún futuro
Todo antes parte con el cuerpo de la Emperatriz
Y sus jardines tardos para sus silencios puros

El mármol, maestro, ya mucho que fue su aprendiz
El mar, la lección más verde para el lecho duro
Y yo, ausente ya esculpiré en mi sangre la matriz
Que algo de mí en piedra lloraba sobre los muros

¿Porqué has callado al cedro con tu amante, Emperatriz?
¿No sabrás que el sol lo eleva pronto hasta los cielos?
¿No oyes como toda lluvia pertenece al hielo?

¿Cuántos caminos, del espejo al rostro de la Actriz?
¿Cuántos, los cedros al camino del Emperador?
Todos los golpes cayeron desde un mismo dolor


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