Poemas Breves. David Villagrán Ruz
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De quienes la sal conserva los nombres
eras de su brillo parte en el alba
y parte de su alma en agua toda.
Sobre su propia espada detenido
tras siglos mi nombre viniste a encontrar
sin oír, oyendo, cual calígrafo el cielo
Como el correo en su vuelo nocturno,
no se allegó despertando al rocío
solo por nosotros dos la mañana
No levantaron tus manos noticias,
tan sólo, ni celebran solamente
su auxilio las mías en las estrellas
Escampando, cual lluvia hacia la nube
callando llora a la que la tuviera
el brillo tuyo cegándome cubro
Antes de que tanta agua el saludo
Dar doble al rojo anzuelo me indicara
No era en tu nombre lo sagrado
Amor heridas cifra en sal y brillo
Razón con cicatriz suplir no puede
De la arena al mar la boca rota
Lentamente un beso en la mejilla
Se cierne entre las aves del claro silencio
Que no es eterno ni sereno entonces
Habiendo perdido el rumbo
Marcado por las bicicletas
Toma sus brazos y los cierra trayéndose en medio
Alabastro en huella gredaria
Su rostro prendido y moldeándose
Pieza por pieza
Es lo que encuentra cuando es trazado
Le toca cuando le deja
La forma lenta
Con las aves bebiendo del cielo
En una posa más del parque
La curva de acuario recomienza
Donde el beso piensa con sus manos
Y con sus brazos en el pecho
Comprende la torpeza que encanta
Un beso en la mejilla,
El punto donde todo comienza.
O
Yo me debo a mi dama
Y ella me ha amado en trozos la vocal del corazón
Yo me debo a mi dama
Y ella está tan dentro de mí que solo la siento con el abismo
Toda afuera el alma dentro si hablándole silencio
Si luz entrara siembra aquí a la hora del ocaso
Ella era una rosa coronada con espinas
Atravesada con la lanza de un camino
Y yo me debo todo a aquel camino
Andando con los pies de una congoja
Yo me debo a mi dama y el mar
Es un testamento susurrando una respuesta
Igual a un beso llega, y rompe
el vidrio de las venas,
O
Dolor sin querer amando al dolido.
Vidrio
El jardín con sus surtidores en la lluvia
Solo lo verás desde la ventana baja
Detrás de los cristales empañados
Yorgos Seferis
Domingo de soles leves
De luces silbando tras opacarse en los vidrios
Piedras en lugar de ojos
El sueño, alzando el oído se triza por pausas
El frío ha empañado tu cara, despierta y a gotas
Separados son labios los frentes que espían
Una misma prisa espaldas de otra
Oye a la ventana esconder con mirada vestida
La vergüenza plácida de una guerra
Otra mejilla, fresca, en ti flanquea el día
Y es tan poca la paciencia hasta el verberar
Que lamen los perros sobre el esmero
A otros pertenecen esas huellas sobre el sonido
Un barullo insípido tras las hoyas y las tazas
Callando a golpes la voz de un pasillo cualquiera
El séptimo grito devora su eco de armisticio
A oscuras, solo y enfrente de sus hijos
La luz oscurecida rebosante, transido frente
Para abrir los ríos
Antes hay que probar con el mar
Cuántos principios hay para este mismo sueño
La tarde nace lejos de las casas
Cada raíz escancia un vino que nadie beberá
A la noche solo se la oye pasar como una nuez
Rodando
Cuánto camino y no es esa la noche
Ni la tarde, la que se acompasa oscura
Estoy seguro de algo que vendrá
Y que tampoco es este viento con su lápida de espaldas
El viento solo se destila cerca de los puertos
Y aunque moribundos piensen temprano en su adiós
Quizá sólo se embarquen conmigo
En una borrachera soñada por el grano
Ay, estos muertos verdaderos
Navíos entre un pueblo y otro, y casas
De follaje tierno cuya gente nace solo para oír
Como su ríos los sacuden sin nada pendiente
Piedra
Una piedra rota no es dos piedras.
Luis Felipe Fabre
Halando lacerados cantos graves y longincuos
Escarpándose entredientes,
Solos
Cuales granos tremulados tarde
No se aparten secos
Menos madurados salmos
Cuanto más irriga el sacrificio espaldas
Ronca y grita un viento carne
Traza la juntura
Blanco busca el cielo lapidando
Tan papel y noche
Y de tan rojo, el gran Caballo.
Haikus
Como dos maderos
En un mar que habría de estar seco
Nos encontramos
Un par de monedas
Nos encontramos
Un par de monedas
Nuestro lecho, fuentes
Jardines paralelos
Conocen las aguas su morada
La lluvia es su templo
Distinto es el trueno
Una eternidad perdido
Inclinado sobre el papel
Lo encontró la lluvia
Como un antíguo ícono
Se despide la llovizna
pero la Pasión...
Jardines paralelos
Conocen las aguas su morada
La lluvia es su templo
Distinto es el trueno
Una eternidad perdido
Inclinado sobre el papel
Lo encontró la lluvia
Como un antíguo ícono
Se despide la llovizna
pero la Pasión...
Cedro
La violencia solo comienza con la cicatriz
Las heridas jamás contarán ningún futuro
Todo antes parte con el cuerpo de la Emperatriz
Y sus jardines tardos para sus silencios puros
El mármol, maestro, ya mucho que fue su aprendiz
El mar, la lección más verde para el lecho duro
Y yo, ausente ya esculpiré en mi sangre la matriz
Que algo de mí en piedra lloraba sobre los muros
¿Porqué has callado al cedro con tu amante, Emperatriz?
¿No sabrás que el sol lo eleva pronto hasta los cielos?
¿No oyes como toda lluvia pertenece al hielo?
¿Cuántos caminos, del espejo al rostro de la Actriz?
¿Cuántos, los cedros al camino del Emperador?
Todos los golpes cayeron desde un mismo dolor
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Etiquetas: poemas