octubre 15, 2006

La Poesía mirada desde la Universidad de Chile. Selección de poemas I

Es nuestra intención cumplir con lo prometido la entrada anterior, publicando una selección de textos de los poetas participantes en dicha lectura, realizada en la Casa Central de la Universidad de Chile. La entrega será dividida en partes, de la cual es ésta la primera.


Rodrigo Olavaria

Poeta y traductor. Nació el año 1979 en Puerto Montt. Fue miembro del grupo Quercipinión. Durante el año 2001 fue becario de la Fundación Pablo Neruda. Sus poemas han sido publicados en revistas de circulación nacional e internacional como “Plagio”, “La Poesía, Señor Hidalgo”, “La Estafeta del Viento” y “The Samuel Beckett Review”. El año 2003 recibió una beca de creación literaria para escritores noveles del fondo del libro y la lectura. Ha publicado en las antologías “Quercipinión” (Ediciones Lar, Concepción, 2000), “(SIC)” (Valente Editores, Santiago, 2004), “Desencanto Personal” (Cuarto Propio, Santiago, 2004) y “Selección de Poesía 2005” (Fundación Nueva Poesía, Santiago, 2006). Individualmente ha publicado un adelanto de su libro “La Noche Migratoria” y el poema visual “Lo Oscuro es un Perro Muerto”, ambos el año 2004. Ha realizado traducciones de la obra de Sylvia Plath, Lewis Carroll, Ezra Pound y otros, entre las cuales destaca su traducción de “Aullido” de Allen Ginsberg publicada el 2006 por la editorial española Anagrama.
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Selección de ‘Alameda tras las rejas’, 2005, libro inédito:


28 de diciembre, 2004

Dentro de dos semanas, pese a estas notas ya no creeré en lo que siento. Es necesario dejar una huella de este viaje que olvida la memoria. Es preciso, cuando es imposible escribir, responder a los envites del dolor, por novelescos que te parezcan. Sacar provecho del sufrimiento como de la música, hacerse atar la pluma al pie si es necesario.

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Jueves 6 de enero, 2005

No tuviste un abuelo sanguíneo, tu madre renunció a su padre poco después que tu abuela a su marido. Pero tuviste a Lautaro Cordero, que fue mejor que un abuelo impuesto por el bazar de la genética. Nilda se llama tu tía, uno de los pocos parientes que te importan. Los visitas, ella casi no te reconoce, aunque dijo que en el fondo sabía que eras alguien conocido. Cuando entras a la casa te espanta el olor a mierda de gato. Ambos tienen 79 años, están seniles, estás rodeado de objetos de tu infancia criminal. Él te recuerda y hablas con él de tu vida y de su vida. Ella pregunta cada diez minutos quién eres. Cuando no puedes más inventas una excusa y huyes. Tras despedirte abrazas a Lautaro, que empieza a llorar, reconoces ese olor de 1983 y el ruido de una radio un sábado por la mañana. Recuerdas la ventana y afuera el parque con neumáticos enterrados, la cancha de football y la iglesia de enfrente. Una vez que estás en la calle sabes porqué él lloraba. Empiezas tú también a llorar, piensas es la última vez que nos vamos a ver, piensas que no irás a su funeral ni él al tuyo.

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Viernes 18 de febrero, 2005

Desde el 2003, sólo conservo mis trabajos de esclavo.

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Las páginas de los esclavos son como las páginas de los estoicos. El estoico que escribe a nombre de lo que siente con su imaginación es a su vez un esclavo que opta por el suicidio lento pero seguro del aguardiente. Este esclavo estoico escribe cartas en el trabajo y fragmentos sin sosiego donde constan afirmaciones como “La vida perjudica a la expresión de la vida. Si yo viviese un gran amor, no lo podría contar” o “yo mismo no se si este yo, que os expongo en estas páginas, realmente existe o tan sólo es un concepto estético y falso que he formado de mí mismo.” Las páginas de los esclavos son como las páginas de los estoicos.

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Jueves 10 de marzo, 2005

Los poemas que siguen los escribí entre Mayo y Junio del 2004, los encontré hace poco en un cuaderno rojo que me regalaron para mi cumpleaños el año 2003:

Esta variación en el método del dolor
La forma en que socava más abajo de las raíces
Más abajo que en otras ocasiones
Y anuncia cambios en el gobierno
Giros en la institucionalidad y la gravitación
No es sólo la potencia teologal que cuenta pasos hasta la noche
Son también los ojos de los que observan, la familia miranda,
Y yo no le puedo mentir a nadie bajo los árboles
Porque por un lado amo lo que ven mis ojos
Y por otro, he perdido las cenizas de mis ojos de niño,
Conservo estos, casi ciegos en oscuridades relativas.

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No estoy seguro de si duermo o bebo café
Más aun si la lluvia es fina y el mundo parece lejano
No hay descanso para recuperar la tarde
Jamás sabré si aquí es invierno
Pero veo que la fatiga me mira a los ojos
Si guardo copas de vino en un cofre
Escucho esta música y me digo
Que el piano se parece seriamente a lo que amo
En él se realiza la maldad después de tantos libros.

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Mi padre conoce la enfermedad
Y esa angustia que se posa rápido en los huesos
Lo veo fumar en las mañanas
Lo oigo todos los días cuando se levanta
Y eso es cuando amanece y recorre la casa
A veces me pregunto si no soy yo mi padre
Cazado por mis propios errores y una mujer
No diré nada pese a ser más expresivo que él
Adiestrado en el dolor y en el silencio
Hoy me despedí de él viajo en un bus
Caminaba mientras el bus salía del terminal
Y sentí que éramos un solo hombre
E incluso dos hombres solamente
Que cargan algo así como corazones y piedras.

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Sin responsabilidad por estas formas
Cercado por la versión más reciente
Camino tapizado por gritos de parto
Curiosas apariciones en el mediodía
Pertenecen al fuego y a la extensión
Yo voy y digo todo lo que no pienso
Cuando suministro alcohol a las plantas
Y salgo al patio y tiro de una cuerda
Y se descuelga una cabellera sola
A la que hablo con los pies atados
Así como los viejos quemadores de velas
Y de ancianas que se borran el bautizo
Como haría yo si fuese mi abuelo paterno
Eso es lo que dicen los que lo conocieron.

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Lunes 21 de marzo, 2005

En apariencia, la escritura sólo está ahí a fin de conservar. La escritura marca y deja marcas. Lo que le es confiado, permanece. Con ella comienza la historia bajo la forma institucional del libro y comienza el tiempo como inscripción en el cielo de los astros, por medio de las huellas terrestres, de los monumentos, de las obras. La escritura es recuerdo, el recuerdo escrito prolonga la vida durante la muerte.

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Jueves 5 de mayo, 2005

una alegría que el fauno no medita:
inventar una vez más el rostro que no pudo
avanzar como el sol en su palabra

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Sábado 14 de Mayo, 2005

Un atardecer, paseando por una pradera solitaria, junto a un círculo de piedras hundidas en la hierba, vio a una niña que reía, en la frente tenía una corona de flores. Llevaba una túnica hasta los pies, de color delicado, sujeta al talle por una cinta de seda, y sus movimientos eran flexibles como los tallos de las flores que sus dedos entretejían en guirnalda. Su nombre era Selvaggia, y sus labios le sonrieron suavemente. Éste anotó la inflexión de su sonrisa. Y, cuando ella le miró, observó las menudas líneas curvas de sus pestañas, el círculo de sus pupilas, la curva de sus párpados, y sus cabellos, además su imaginación hizo asumir a su corona miles de posiciones. Pero Selvaggia nada supo, pues tan sólo tenía trece años. Casi sin saber, lo tomó de la mano, y lo amó. Era hija de un tintorero de Florencia, y huérfana de madre. Una mujer vino a la casa, y trató con crueldad a Selvaggia, incluso la golpeó. Uccello la condujo a su taller. Selvaggia pasaba acurrucada ante el muro sobre el que Uccello pintaba. Jamás comprendió que pudiera preferir el perderse en aquel laberinto de líneas rectas y curvas a contemplar el rostro que se levantaba hacia él. Por la noche, cuando Brunelleschi o Manetti venían a estudiar con Uccello, ella se dormía, al pie de las líneas entrecruzadas, en la zona de sombra que dejaba a su alrededor la luz de la lámpara. Al amanecer, se despertaba antes que Uccello, y se regocijaba de sentirse rodeada por todos aquellos pájaros y animales pintados. Uccello dibujó sus labios y sus ojos y sus cabellos y sus manos y fijó todas las actitudes de su cuerpo; pero nunca hizo su retrato, como hacían los otros pintores cuando amaban a una mujer. Pues el Pájaro no conocía el goce de limitarse a la persona individual; no permanecía en un solo lugar; antes bien, quería cernirse, en su vuelo, por encima de todos los lugares. Y las formas de las actitudes de Selvaggia fueron arrojadas en el crisol de las formas, con todos los movimientos de los animales, y las líneas de las plantas y las piedras, y los rayos de la luz, y las ondulaciones de los vapores terrestres y de las olas del mar. Y, sin acordarse para nada de Selvaggia, Uccello parecía permanecer eternamente inclinado sobre el crisol de las formas. Mientras tanto, no había qué comer en casa de Uccello. Selvaggia no se atrevía a decirlo a Donatello ni a los demás. Calló, y murió. Entonces Uccello pintó el rigor mortis en sus miembros y la reunión de sus manos desnutridas y las líneas de sus costillas delineadas con demasiada precisión y la circunferencia violácea alrededor de sus ojos castaños. No supo que estaba muerta, del mismo modo que no había sabido que estaba viva.

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Viernes 3 de Junio, 2005

In the room the women come and go talking of Michelangelo
En el hospital las enfermeras van y vienen hablando de Hipócrates
En el orfanato las niñas abandonadas van y vienen hablando de Paolo Uccello

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Jueves 9 de Junio, 2005

Por la mañana, antes del amanecer, Dino Frescobaldi se levanta de la cama que ha compartido con alguna amante, va a un salón, tiene frío y ha dormido mal. Escribe y toma vino porque se trata del año 1192 y no puede estar bebiendo té o café. Escribe unas cuantas canzoni en la mañana helada de junio y quisiera viajar en el acto, levantarse de la mesa y salir por la puerta, pero obligaciones políticas imposibles de ignorar lo retienen. Se pregunta dónde dejé mi corazón, dónde tendría que ir a buscarlo, por qué siento esta angustia, acaso no soy un hombre de la edad media.
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Sábado 23 de Julio, 2005

Wilt thou be gone? It is not yet near day:
It was the nightingale, and not the lark,
That pierced the fearful hollow of thine ear;
Nightly she sings on yond pomegranate tree:
Believe me, love, it was the nightingale.

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Discuss this in bed said the lady. Discutamos esto en la cama dijo Circe a Odiseo. ¿Has ido al infierno en barco alguna vez? Luego la luz es azotada en la carne. A traverso le foglie. Las ruedas del carro crean un dios. Sic loquitur nupta. Cantat sic nupta. Hombros morenos han sacudido al relámpago. Los brazos de una chica son un nido para el fuego. I have eaten the flame.
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Miércoles 16 de Agosto, 2005

Escribir no está destinado a dejar huellas sino a borrar todas las huellas en el espacio de la escritura, más definitivamente de lo que se desaparece en la tumba o también a destruir de forma invisible, sin el estrépito de la destrucción.
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Juan Manuel Silva
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Nace en Santiago en 1982, hijo de padre chileno y madre argentina. Ha asistido a dos talleres de poesía a la fecha, el primero borrado completamente de su memoria (pero no olvidado) y el segundo, desarrollado "responsablemente" bajo la tutela de Andrés Morales Milohnic el año 2004. Su único libro publicado, a saber, Luz y Dolor, fue consumido completamente (quinientas copias) durante angustiosas sesiones de espiritismo. Es licenciado en lengua y literatura hispánicas en la Universidad de Chile, y actualmente alumno de magíster en la misma casa de estudio.
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Selección de ‘El libro de los libros del exterminio’, su actual proyecto de escritura.
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XII

Despierta a la bestia en la escritura
Con tu cuerpo en verso mutilado
Pues del rayo se oculta una guerra
En la que es sólo el alma un negro heraldo

Despierta a la bestia en la escritura
De espíritu un arma consagrada
Al signo que protege la tierra
Escritura que es madre y hermana.

Despierta a la bestia en la escritura
Ahogándote en la tinta, Noche Oscura.


XIII

Es el decasílabo de la renuncia, el que atraviesa el umbrío vado, donde sólo temeréis a Dios y los demonios. Y es que más allá de montes y riberas, las cumbres son simas y fermento. Y es que el peligro de la repetición infinita, sólo es conocido por quien ha conservado la memoria del poema en la tormenta. Pues poesía es sagrada escritura en el exilio, sin reposo, la décima decasílaba al oído, invierte al converso.


XV

Aunque los cantos sean rotos y el árbol sumergido en la luz del padre, la semilla no deja más que una nota, un mensaje de sangre en la puerta del alma. Pues el fuego es un sol que está bajo el cáliz de las flores, y es su vínculo. Así el humo que sigue dejando el modelador de las formas, no es un rostro, sino una aparición del agua salada en los ojos. Y es la historia de santos y mártires, la que hace de todo hogar un túmulo, de todo templo un altar sin cordero.

Si aquel que sueña recordara los leños cenicientos bajo la marmita, del gran banquete prometido sólo hallaría un hato de cabellos y dientes rotos.

Y sólo restan las voces en el oscuro tálamo.
Y sólo resta que los cuerpos subterráneos observen lo perdido.
Pues los muertos no saben besar.
Pues su boca está vacía. Y no tienen lengua.


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La Curiosidad Infantil

Cesad de buscar en el estiércol
La antigua alquimia de los cuerpos
La poesía no es eso
No es nada de eso
Es un ángel que adviniendo ha roto el verso
Es un tipo de agua perdida en el desierto.

Cesad de buscar en el estiércol
Las borradas partituras de vuestros instrumentos
La música no es eso
No es nada de eso
Es un niño que leyendo logró dormir al tiempo
Es un llanto de polillas en la fuga del viento.

Cesad de buscar en el estiércol
La oscura historia del lamento
La escritura no es eso
No es nada de eso
Es un morir sin morir en el espejo
Es encontrarse renacido no en el hijo
Sino en el excremento.

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Hay un viaje que debe hacer todo hombre, sin tiempo, ni destino. No habrán en él rostros familiares, amigos, ni menos amor. Será un irse continuamente de los atardeceres, en una frágil bocanada de humo bajo el andén, donde la rueda no simboliza más que un afuera. Será un viaje sin llegada, en el que todas las entidades asomen una negra despedida. Pues algo queda en el umbral traspuesto. Algo en espera de su nombre queda en el hiato de la palabra no dicha y el tímido recuerdo. Son las calles recorridas, la flor que olvidó despertarse, la mirada que resbaló por el hombro. Es cada estéril tallado por los pies descalzos en el alfabeto de los rostros. Y es esa casa en la que esperaba una madre con el plato frío. Y es el padre que guardaba el asiento a su lado. Y son los hermanos a quienes nunca pudo ser menos que altiva la complicidad, el poema olvidado en la ribera.

No hay templanza en el canto de la derrota. Y es un irse agachado tras las nubes como el niño que ha traicionado por primera vez. Pues la verdadera despedida, es un viaje solitario al fondo de la ceniza en el olvido.

¿Qué hay en el niño cuchillero al derribar con el brío de los años, al anciano que supo la cartografía de la espada?

¿De qué ámbito proviene, y dónde quedará el ímpetu que el olvido tañe delicado en cada segundo, cada andén en que una lágrima calla la postrer huida?

En los tráfagos del alma, es la sangre ida y por venir, una historia de sed con voz de niña. Pues cada herida y toda yerma extensión de la esperanza, no es más que la sal y el vacío, que corona de muerte el río prometido al hijo. Y no hay limpieza más que para el nombre. Pues el hierro excluido de la sagrada práctica, ha intentado escribir la entrada a la madre. Y ya es un tipo de música enemiga del gusano y la flora.

No hubo vejez sino arena en el rostro. Y no fue otro nombre, sino un apodo. Y no ha sido la muerte, sino un volver incansablemente al hogar, a la carne, por un honor de tímidos infantes, por un testamento negro que permanece en el hermano, en la bestia, en el más cercano, en el hijo, en el amante, en el amigo, en el suicida y en el tiempo que engruesa la piel de un hombre que sólo recuerda, cuando el olvido lo arroja del sueño para verse a sí mismo traducido.

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La Pereza Infantil
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Aquella mezcla de descaro y timidez desconcertaba y engañaba a los míos, del mismo modo que en la escuela mi gran facilidad, auténtica pereza, me hacía pasar por un buen alumno.
Raymond Radiguet.
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Yo que tantos hombres he sido
detrás de la pompa y la embriaguez
del descuidado verso nunca vi
más que piojosos pretendientes
buscándose en un frágil estro.

Pues los infantes ya comieron
y sus dientes limpios a la hora
del sueño olvidaron la llave
de la poesía en la mesa de luz
para abrir el templo del alba
cuando las últimas figuras
se evanezcan en su aparecer
por la palabra de la madre
de sombra y simulacro al despertar.


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El óbolo no pagará la humillación, ni el trabajo la deuda, pues la miseria es anterior a toda existencia, y hemos nacido en ella como en la muerte. Y no serán ni la bravata juvenil ni la sentencia del probo, llaves en la clausurada puerta del templo.

Escuchad al anciano de espalda quebrada. Abrid el alma al padre que perdió la piel en la hoguera. Atended al joven que ha muerto en cada vaivén de su cuerpo, intentando modelar la piedra, el metal, la madera. Pues su incesante suicidio en el vacío de la forma, es un universo de leyes recibidas, por el hombro en que lloraba la madre. Así, la supresión de las costumbres, la hierogamia entre el intelecto y la labor, y el epítome de la barbarie rezado en cuentas, para los cabizbajos seres que sólo conocen el sol por relatos, es como renegar del amigo que ha vuelto vencido de la batalla. Pues la terrible guerra fue perdida en el espíritu. Y sigue siendo destierro en el cuerpo.

Y el oscuro vate de piel curtida, en la mudez de los astros que caen al juvenil asueto, defenderá la espera, la renuncia a la usura, mas no la cláusula que cierra la vida en un presupuesto bienestar. Pues hemos de seguir siendo vejados mientras la carne esconda un blanco para la escritura, mientras no decida ser tiempo. Y seguiremos siendo brasa, sin el óleo de un hijo despertando del granito. Y seguiremos siendo sordos a la vida de los antepasados, si no podemos callar a las sirenas. Y seguiremos creyendo en el pan de madrugada, aunque el panadero esté dormido, y las aves no recuerden la luz, ni cómo cantar.


*

Cuando del sudor no han quedado sales
persiste en el final de los encuentros
ni el agua sobre el agua en la memoria
después de la violencia, solo el cuerpo.

Y ocurre en la mirada de un agosto
en la brisa que dijo tus cabellos
como una despedida, una vigilia
sin huellas de los fríos, ni el aliento.

Pues no hay rezo que devuelva el corazón
a quién reunió sonrisas sobre el vientre
y ser presencia la visión no pueda.
do ha quedado el vacío de tu fuente

¿Qué nombre dar entonces al espejo
en que el abrazo de madre y de amiga,
confundióse en el tiempo con un beso
de tintas y papel en la poesía?


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Aunque no fue posible la palabra
cuando los cuerpos sabían la arena
hay los espacios que fueron llenados
con sed y hambre de un tiempo que no deja
más que un murmullo de antiguos colegas
¡Ay! de quienes perdiéronse en el jazmín
y ya conocen el ritmo del agua
¡Ay! de nosotros tímidos infantes
ungidos con silencio en la frontera
que guardaron de labios y lenguas
los padres al final de las jornadas
Pues dice aún en la puerta el mensaje
de sangre, que es fámulo quien espera
sin dar respuesta y ni siquiera deuda
alcanzar en la música una figura
perdida ya en un canto que se aleja.
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Víctor Quezada
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Nace en 1983. Antofagasta. Estudia Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de Chile. El año 2004, participa del Primer encuentro de poetas del norte, realizado en el mes de Octubre en la ciudad de Copiapó, asimismo del encuentro de poetas jóvenes ‘Poquita Fé’, realizado durante el mismo mes. Fue antologado en el libro Poetas del Desierto. Ed. La Cáfila. Participó en el taller “Códices”, a cargo del poeta y académico Andrés Morales. Ha publicado Veinte, su primer libro de poesía, a través de La Calle Passy 061, grupo editorial del cual participa.Algunos de sus poemas han sido publicados en el número 6 de “La Estafeta del Viento”, revista española a cargo del poeta Luis García Montero.
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Variaciones sobre del tema del viaje
(A Ricardo Güiraldes
Y José Eustasio Rivera.)
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Había sido feliz…
Finjamos
Que había decorado mis uñas con sangre
o llamádome bárbaro
por no tener boca y balbucir.

Que quise utilizar en medida justa los corazones
para llenar la vida que gusta de pacer en el silencio

Retozar, verter, sorber, colocar
una a una las piezas en donde no calzan

Digamos
¡Oh terrible ardor perdido!


*

Reverente tú en mi presencia
no llevó los pétalos quien deshizo
flor, que señalas la ventana.
Y mira si pienso que serás más mía
más que mi propia cabeza que imitas
como caballero que sigue al sol
lo mismo yo quisiera imitarte.
Tal montas las hojas tuyas
quisiera montar y embestir
o tan sólo si quiera tener tu cabeza
flor, que te tengo atrapada tan solo
flor que atrapada, quisieras huir.


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Cómo se extraña el bruto ciego…
Cómo extráñase el cuerpo horizonte
sino por desamparo aunque
por desmedido y por ocioso.

Cómo han de doler si no
cómo si entre las manos no han
si los dedos se extrañan en riendas…

Ha caído el animal enfermo!
No más ver perfectas líneas.


*

O de los dedos la añoranza
tal vez lo mismo
el encuentro en las esquinas será
del corazón arácnido sueño.

Y de la luz su sombra uno
que bailase eclipsado el sol
de línea en línea buscando
do hacérnosla grieta.

¿Sabrán los niños confundir…?
Plegue adiós a nosotros…
pero sabrán irse
confundidos las puertas con salidas.

Y acaba apenas ser tenue lucha
no más un llegar a puerto el sol
un creérsenos ponto
cuando ancla la luz, y hambre
(Es por esto que faltan los brazos.)
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Simón Villalobos
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Nace en Santiago en 1980. Ha participado en varios talleres de poesía. Formó parte del grupo Estrago, publicando durante los años 2003 y 2004 una revista de poesía que lleva ese nombre. Ha publicado poemas en Desencanto Personal (Editorial Cuarto Propio); libro basado en una reescritura colectiva de Canto General de Pablo Neruda. En el año 2004 forma parte del proyecto editorial La Calle Passy 061, que a la fecha ha publicado un libro de poesía. En el año 2005 obtiene una Mención de Honor en el Concurso de Poesía Carlos Pezoa Véliz, de la Fundación Poesía Nueva, con un fragmento de su libro inédito VOCA, fragmento que luego fue publicado en la antología Selección de Poesía 2005 (Fundación Nueva Poesía, Santiago). En el año 2006 egresa como Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile, presentando una tesis acerca de alguna poesía de José Lezama Lima.
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Adelantos de una novela:
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Una enredadera se monta en el umbral de living, cuando se pudrió después de todo quedaron encajadas líneas de tierra como sembradíos y llovía ceniza al subir corriendo. El diablo habita una higuera en el patio a la izquierda; la fe le fabricó una capilla arrinconada: un sabor a leche sobre los niños como un bautismo en la luz filtrada cuando atardece y había que volver si no nadie nos encontrará. Lo demás es maleza que sesgaban los perros al pasar, las baldosas como una roca de espejos, flores quebradas cuelgan de las protecciones.

Lo blando de un cuerpo tendido respira quejándose de golpe, a medio camino entre la alacena la cocina y salida al patio un baño pequeño detenido tras el cuerpo. En los cuartos superiores los niños juntan los juguetes en trozos azotados, los recuerdan, justifican sus mutilaciones en la trama de la tarde que un cuerpo como una gran roca blanda estanca: la corriente que da contra él insufla un alcohol liviano en la carne amoratada.No se escucha latir la casa sino detenido el niño reconstruye el cuajo de madera azotada, lo vuelve costado, puñal, muñón que sostiene un movimiento, arma, sumando las astillas al desprendimiento general: héroes que vuelan por la ventana hasta la tierra salvando el espacio de las terrazas: tierra y maleza reseca.

Dió de lado al suelo entre las líneas blancas como en una red seca, una constelación de señales doloridas: cuerpos quejidos y un mismo signo que los cruza –el padre y el hijo- seguirán creciendo desde entonces como dos extremos imantan el flujo o un circuito. Una pared hueca que alberga el paso de las bestias.

Empujó la puerta corriendo, abre, resitúa el material callado, el tabú que anidó en las secciones como varas escurren de pronto, recubre las cosas del aire dormido. Desde entonces no se escucha latir la casa sino en el curso dañado que nos arrastra a golpes.
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Pero frente la imagen llena de la casa familiar, un albúm de fotos saturada de buenos recuerdos con el destino que hace grietas mientras escribo y unas grandes manos fuerzan por entrar. Alguien dirá que es la noche novelar o el llamado, yo se que son las fotos las que llaman como una estufa a gas al pie de la cama, bajo el marco de la puerta; que la luz llena soltara los abrigos, las pieles viejas a los pies y todo coordinado sobre el niño como una esfera vigilada desde el cuarto del fondo. Que huyera por la ventana la adolescencia vigilada por el rito campesino de desvirgarse con las primas.

11 de Junio, no buscabas, no había una línea que trazaras de fuga, girabas en la mañana de tu casa y en el cuarto de los niños un olor a acetona vuela libre y un desprendimiento de pieles cocía el aire de cintas.

La noche pone un disco y empieza a torcer su retirada como las ramas de un material penetrante y azul, después de dar su rasguño sobre los sacos mullidos, el niño frente a la ventana pero soñando, ve el marco ceder en la amanecida.

Un estante lleno de fotos apiladas, versiones libres de un gran pudor quebrado en su centro, estando en un sillón simula la conversación modal de siempre, el estado normal del tiempo que va desatando las resistencias, esta cosa de irse quedando callado, en la forma geométrica de un sala: la trinidad, el círculo, la estrella, eran estas cosas de ir ocurriendo mientras por el ijar de la silla que ocupamos resbala y se esconde.
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Pisé el bulto de hojas en el patio, se desparraman sus trozos o entero; al pasar o dando un gran salto; si adentro alguien observa con un cuchillo frente a los platos, las cebollas, las noticias -y este era el mundo-, alguien que camina a pasitos cortos con una taza de agua hervida y hierbas. Si me ven cada uno a destiempo en distintos saltos, antes que nada me ven y asienten y otorgan y continúan. Así es el trazo de cualquier dios pienso, nada menos, nada menos y el circuito de sus actos deshilándose hasta perder suavemente el extremo de sus manos; yo lo iba viendo pasar, lo dejaban sus manos, lo iba dejando pasar al borde de otro salto.


Del libro inédito ‘Voca’, 2006:
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Lo que está en mi corazón vivo como una coraza aleteante / lo que llama la voca la llama / hay señales hay días que te levantan del sitio donde murieron, hay ciudades que nunca rompieron su muro

Lo que está en mi corazón e insiste y se rodearía del canto de los locos como cuando ladran de noche todos y están enfermos, perdiendo sus extremidades los más pobres

Hay un poema que es un gigante saliendo su rostro de las maderas que consumen mi casa, desde la cabecera lo vi moverse, su gesto es el de salir la cabeza de su cuello e incluso algo más

Yo estoy seguro que habita sobre nosotros, un manto de hierba sobre la niebla que amanece los días más fríos, los días más sucios. Pero no cae, no / pisotea la mierda que nos tapa las narices

Como las hembras llamaban al dios transformadas en animales tutelares y vieron su rostro como una pared de cal: Ahógate en el fuego extinto, decían

Que la guerra era el animal del santo contra la ciudad del lago / Vinieron a fundar la ciudad y yo les dije que iban a volverse animales y hierba y que sus construcciones iban a soldarse al paisaje que yo amo, como fósiles o galerías que oxida el mar.
Vendrá sobre ellos el desierto, pero nada moverá mi silla y la mesa que escribo

Lo que hay afuera, lo que está antes y voy cortando como voy moviendo las piernas y los brazos; pero en las zanjas de la escritura lo de afuera cave / abertura que romperá la piedra

Una palada de arena donde crecen flores, partió sus gestos como un telar por donde caen las cosas en la mesa

Hay demonios en torno a mi barrio como a un jardín, es cierto que el temor me alimenta, un día voy a subir el cerro
para Rodrigo Flores
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Mi amor, que a mi muerte estés igual de esbelta y deslucida y tengas las costillas notorias y los pechos igual recién besados
Si se levanta de mis hombros una sombra al frotar o estés secante y tiriten los ojos cuanto mirabas, estén cortados mis brazos y ya no atrape nada ni persista en seguir habitando
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El poema como secreción, como lamento eyaculatorio en la mesa de conferencias que es mi mesa de cada día: / la voca erógena tabula sus marcas, el ruido genital de unas hojas adentro / no deja que yo hable
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Damasco

Cincela el óxido soldado la fruta el sol con su costura, los bordes serpentinos, la blonda bajo la letra redonda y manuscrita, el punto marcado y circular. Así en las lenguas secas así las hojas llegaron, un olor agrio a la sombra del patio con sus puntas: vamos a esperar las invasiones sentados a la vera de las tablas y el polvo, vamos a ver salir el hueso de su juntura la pulpa de sus hebras si es azul; a ver lo que perdure despierto su gaste demoroso, como si cae a las manos un santo lacrimal camina la luz de pulpa oscura / se va a perder de noche. Está como los locos, come la piedra engrasada sus planos combustibles y ulcerados por la gravedad.
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