marzo 02, 2010

Sueño junto a una guitarra, Jorge Teillier





Una mujer sin edad
dormita junto a una guitarra.
Yace en el sueño
donde es un trozo de carbón al fondo de una montaña,
un tronco quemado y retorcido
sobre un terreno sin arar.
Pero de pronto despierta.
Sus dedos mueven las cuerdas
que son de nuevo crines al viento,
el sueño de un alerce de mil años puesto en libertad,
las obscuras olas golpeando rocas,
el júbilo de los primeros brotes después de la sequía.
La luz inmemorial de las palabras
ilumina este cuarto de techos ahumados
bajo el cual bebíamos un vaso de vino miserable.
La luz de las palabras verdaderas
gastadas como instrumentos
que pasan de padres a hijos.
Ellas nos hablan de las fiestas de los pobres,
de la felicidad de comer un poco más los domingos,
de nacimientos y juicios finales,
del trabajo sin más paga que la muerte
para los viejos enfermos y abandonados.
Escuchamos días y días de lluvia, llanto de niños
friolentos, rechinar de puertas en las prisiones.
Esa vieja voz nos hace reintegrarnos a la tierra,
allí donde nos reuniremos y desapareceremos,
y descubrimos, por un momento,
que podemos lograr una muerte perfecta.
Una muerte perfecta como un cántaro.