septiembre 20, 2006

Apuntes acerca de ‘Un Año’, de Juan Emar.

Porque el estar aquí es mucho, y porque todo
lo de aquí nos necesita en apariencia, lo evanescente,
lo que de una rara manera nos toca.
A nosotros los más evanescentes. Una vez
cada cosa. Solo una vez. Una vez y no más.
Y nosotros también una vez. Nunca jamás. Pero este
haber sido una vez, aunque solamente una vez;
haber sido terrestre, parece irrevocable.
(Rilke)
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Leer a Juan Emar es releer los devaneos de nuestro seso por el largo de una calle de fin abrupto. Una calle donde sospechosa y mágicamente, somos asaltados por ladrones que se alojan sobre nuestros hombros, alrededor de nuestros ojos y en el sudor de nuestras manos, solo para exigir ser robados también, en el mejor de los casos.

Pues, ¿qué es lo que obtenemos, a fin de cuentas, de 12 meses y un día de Emar en los ojos? Sobre todo inseguridad, e ironía. Conciencia inscrita en los pasos a lo largo de la calle, primeramente separándonos de un tiempo que es embrujo y convención, tal como un árbol, un auto o un hombre percibidos descuidadamente.

Porque la calle larga aloja una búsqueda eterna de ladrones, y todos ellos: sujeto, sombra, tiempo, luz, símbolo, accidente y constante quieren diferenciarse y ser diferenciados de su lugar. Sin tener más que un instante donde respirar para sí verdaderamente.

La calle emariana tiene la forma de un círculo con su centro en todas partes y en ninguna, es la conciencia caminando por el filo de navaja de la alteridad, buscando un lugar donde establecerse, donde sobrellevar las cinco sombras que la muerden en cada paso, que le roban, robándole la oportunidad maravillosa del instante, a las cosas, al mundo.

La impresión de estar conciente no es registrar los reflejos salidos del mundo con dirección a los sentidos, tampoco, responder a sus formas, condicionadamente. Primero que nada, es una actitud, incluso, una negación: oscuridad en la sangre, voluntad de gobernar todos los actos, responder solo a la puerta indicada por la propia voz, con los pies siempre en el umbral de los sentidos: “Según Krishna Murti, el camino del despertar lleva hacia un estado de conciencia continua: ser conscientes de nosotros mismos y del mundo que nos rodea [...] La mayoria de nosotros pasa por el mundo mirando, pero sin ver. Miramos todo y no vemos nada [...] Ahí están los ojos, pero van ciegos. La ensoñación interior, el vago rumiar de ideas y recuerdos, es una tela espesa entre nuestro mirar y el mundo”[1]

En “Un año”, de Juan Emar, el sujeto siempre esta en transito hacia esa percepción consciente del mundo. Sin embargo, observamos una ruta incompleta:

a) Sujeto fragmentado, incapaz de responder a sus propios requerimientos, con una débil voluntad que no consigue diferenciarlo del mundo ni sacarlo del tiempo lineal del desgaste.

b) Sujeto intencionado, maneja una voluntad y se pone en marcha en busca de verdaderas experiencias, percibiendo el mundo e intencionando sus respuestas (sujeto sincronizado y diferenciado). Inscrito en un tiempo circular (consciente del eterno retorno).

c) Sujeto permeable, vicioso de instantes, sobrepujador de emociones que se desvanecen acabando con el lugar, con el sujeto mismo y su integridad, dándole paso a los arrebatos y a la insatisfactoria ironía. Distancia intermedia entre los dos sujetos anteriores, pero con el gusto amargo de haber salido del lugar, para encontrarse nuevamente en el umbral.

Precisamente el umbral, y todo lo que representa este en la obra de Juan Emar, es una pieza clave para comprender en todas sus dimensiones al sujeto emariano.

La insatisfacción y el asombro confluyen en este elemento dentro de la concepción del ser que se muestra en sus relatos. Insatisfacción: de estar constantemente preso en este purgatorio de la verdad, con la posibilidad del paso, y la visita de ésta, pero con la habitación velada.
El hombre no puede o no alcanza a ser lo suficientemente conciente. No conoce todas las posibilidades de si mismo, y por esto no se enraíza en la distancia precisa[2] entre la parte y el todo; el consciente y el inconsciente; la diferenciación y la unión.
Siempre en busca de la cifra, del número órfico quizás, del presentimiento. Una llave, un instrumento que evite el esfuerzo; Un “palo al gato”, que cuando se logra, le deja entrar a probar el asombro, aquella incipiente analogía de voluntades, y a la cual pedirá un retorno perecedero al verdadero paraíso perdido: una subjetividad suficiente (un todo) en armonía con el todo inmediato, sea este el mundo, o aquella posibilidad de origen, Dios.
Expectativa que lamentablemente resulta demasiado económica frente a una tarea que los hombres como única especie capaz, después de sacos de añares, no hemos podido concluir. Considerando que la calle sobrepoblada de ladrones cuenta con la posibilidad de un fin.
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La estructura del relato se compone de 12 + 1 capítulos, uno por cada mes del año, mas un día final. Cada mes comienza (tal como lo hace notar el 31 de diciembre) con el resumen total del mes en una oración en pasado, que da lugar a la narración del hecho particular en cuestión ocurrido en tal fecha. Pero también, intentamos demostrar, a distintas estaciones de un viaje de búsqueda cuyo objetivo es la conciencia total del sujeto y el reconocimiento desde aquella, del mundo exterior; Elemento notado al comienzo de este apunte.

Enero: “Hoy he amanecido apresurado”. La constante en el actuar del sujeto es la incapacidad para cumplir con lo que se ha propuesto, es decir, una flagrante debilidad volitiva. Lo vemos casi tan solo respondiendo a estímulos. Apreciamos un sincronismo que se ansía y que tampoco se realiza. (Terminar la lectura del Quijote al mismo tiempo que termina el año) La prisa y el hombre gordo actúan como atenuantes de la voluntad del yo, siempre conducido y tratando de adaptarse a las circunstancias. El sujeto está disperso, o escindido. La línea donde se detiene por primera vez en la “Divina Comedia” “Entrai per lo cammino alto e silvestro” (Entré por el camino arduo y silvestre[3]), último verso del canto II, da a entender que el sujeto –quizá sin quererlo o por accidente-, va a iniciar un viaje: “Aquí la prisa me obligó a salir de casa”[4]; donde la idea de trepar una escalera, nos sugiere la intención de ascender no tan solo hablando de altura como medida física, sino como evolución (idea tan presente en el autor a lo largo de esta obra).
Como era de esperarse, esta ascensión se ve interrumpida por un accidente; el libro cae de sus manos. Solo queda la contemplación de aquel hombre crucificado en el suelo, dentro y fuera del libro, como se relata el hecho. Dejar al hombre crucificado en el suelo, puede interpretarse como renunciar al crucificado (Cristo) y su posibilidad de salvación “Por que el hombre crucificado, crucificado siempre, no venía”[5], y toda la concepción de vida, como aquella posibilidad inscrita en un tiempo lineal, donde todo ocurre tan solo una vez, sin repetirse.

El sujeto salva su “Divina Comedia” de aquel crucificado. La prisa se queda con este. El correr hacia el futuro en busca del instante único, con su desgaste implícito, queda atrás. Es el primer paso de la ascensión. El comienzo del viaje. “Ahora estoy tranquilo. Me rodea una paz sin igual”[6] Asumimos entonces que al dejar la consideración lineal del tiempo, el sujeto se adentra en un tiempo circular, donde se viven todos los tiempos a la vez, y la posibilidad de salvación, llámese liberación de la experiencia cotidiana, puede encontrarse si se la busca con una voluntad que conlleve a una conciencia sincronística del mundo, dadora de sentido.

Febrero: “Hoy he hecho una experiencia extraordinaria”. El sujeto actúa según sus móviles. Busca el centro de la habitación, que nos sugiere una imagen de conciencia: el centro de si mismo. Único lugar donde puede cantar a través de un fonógrafo. La experiencia bordea la ensoñación, diremos que difiere de ella únicamente por la voluntad del sujeto por cantar (lo que lo habría hecho feliz de tener ese talento) y la conducción que cree tomar sobre la experiencia. Lo importante es que se percata que no puede repetirlo. Desde ahora, reconocerá la experiencia como una cadena temporal circular, de cuyo curso sólo podrá robar instantes. De la cárcel agotadora del tiempo lineal, ha avanzado a la cárcel del eterno retorno. Ahora, la única entrada a la conciencia de sí, a aquella ubicuidad de magia transparente, es el instante[7], el asombro enfrente del umbral.

Marzo, Abril, Mayo: El sujeto deja atrás la experiencia de la muerte (huye ante ella, se niega a la petición del médico –figura siempre sospechosamente relacionada con la muerte-). Luego deja de considerar a la ideología como cualquier causa conglomerante de sociedad (rito del funeral), política (cosacos) y todo móvil que solo aparezca en las capas exteriores de la conciencia. Encuentra en esto una delegación de la individualidad, un empequeñecimiento. Lo mismo ocurre con la biblioteca y la literatura “Mucho polvo. Mucha media luz ennegrecida por el tiempo.”, La lectura, incitada por el Demonio. El pensamiento crítico, como el oficio preciso y absurdo de un parásito como lo es la pulga que atraviesa “Los cantos de Maldoror”; cantos que en extractos citados en la misma narración descubren en la literatura precisamente el acto de la pulga, la cual se reconoce y agradece infinitamente.
También percibimos al sujeto aún no recuperado de su reconocimiento de los instantes, y su acecho de manera grotesca, como al salir por la ventana al encuentro del funeral. Estas técnicas podrían tener relación con las proclamadas por Gurdjieff y su discípulo Ouspensky, al cual Emar leía con bastante interés.[8]

Junio: Vemos a un sujeto que se autodefine libre. Que conciente de sus actos, guía a su voluntad, pero no tiene la paz que sentía al final de enero. Se le nota apresurado en su búsqueda. No es extraño que se deje asaltar por tres furias, que le roben su conciencia de si.
También esta experiencia puede interpretarse como una prueba de la percepción de su propia libertad. ¿Hasta qué punto el sujeto influye sobre los otros? Al parecer solo puede intentar gobernarse, ser libre para crearse.

La visita a los 9 amigos le permite realizar en este momento de agitación psíquica, la ascensión frustrada del mes de enero. El fruto de esta ascensión es la percepción integral, o dicho más claramente, la distancia que le permita más que mirar, ver, distinguir el todo y sus partes. Es la visión de la casa, la conciencia de aquella como unidad. También la incertidumbre de percibirse igual a los otros hombres, que carecen totalmente de una conciencia de sí mismos. “Irremediablemente una sombra para cada hombre. Irremediablemente una imitación perfecta en la sombra, de cada movimiento de cada hombre” Causa de la segunda furia, aunque la furia no los defenestre a ellos, sino a él “hombre puro, elevado en el marco de un balcón amigo”
Son los hombres fragmentados. “Se ocupan de todo, todo les cambia la fisonomía [...] Todo menos lo que de ellos mismos se desprende hacia el suelo, lo que ellos mismos absorben con el cuerpo entero”. Cambian ante la realidad ilusoria, pero frente a la experiencia de sí mismos, permanecen indiferentes. No ven sus sombras.

En cambio él, se siente aparte. La conciencia de sí fundamenta su individuación aunque todavía no se de cuenta que también es un lugar más del mundo. Este es el origen de su furia contra Dios. Solo Dios abarca el mundo con su “mirada”, piensa, nadie más puede percibir todo de todas las formas y en todos los instantes.Uno de los puntos clave del viaje. Conciente de sí no toda su razón, sino intuyéndose, más bien, como un todo, se pone a la par con Dios, la conciencia trascendente. Finalmente la comparación concluye así: “Pues quiero permanecer en el mío (su rol), sin distracciones ni vislumbres, rol de hombre gusano que se arrastra y que si es mucho su desamparo, llame y clame, ante todo, a los infiernos. No basta la eternidad para darle paz al espíritu, no basta ser Dios. Es necesario trasponer el velo aquí y ahora. Dejar de ser “sujeto” para ‘ser’.

Julio: “Hoy he vagado sin rumbo” Abandonado el ímpetu luciferino, sintiéndose terrestre, el sujeto vaga, pero no es el mismo de antes: sabe que Dios depende de él para que exista. Su propia conciencia crea aquel dedo, lo intuye, pero no lo reconoce aunque la clavada de su dedo signifique cual: “...vislumbre de un vislumbre, enredándome en mis propias apreciaciones sobre su identidad.”
El sujeto tiene conciencia de que todo lo que ocurre tiene la lógica accidental para sus semejantes, y que ésta no les dice nada pues no tienen conciencia de los hechos ni los lugares. No registran orden en el azar, menos causas. Son incapaces de cambiar su destino.
Ahora, el percibe esto en los otros, pero todavía es incapaz de encontrar sus instantes. Los hechos, las personas, los lugares, que cambiarían su destino. Solo podemos decir que es conciente de su experiencia del mundo y ve y racionaliza acciones y elementos que necesitan de cierta objetividad. Es un analista del diario devenir del mundo.

Agosto: “Hoy he pasado un buen momento seguido de otro de grave preocupación.”
El buen momento consiste en la alegría de su amigo, al igual que el “de grave preocupación”. Su amigo había despertado optimista haciéndolas de Dios, desde su ventana, siguiendo a su “Hombre vestido de verde”. Sin duda un juego, un artificio más para sus conciencias en busca de instantes. Ahora le ha visitado y contado el suceso del diario: el periódico cae, la actualidad deja de significar, la realidad se confunde en todas las letras, separadas concientemente. Hay un vértigo y un vacío en los comensales al mezclar las letras. Al volver la realidad a su lugar sin duda la distancia se enrarece, la conciencia no se puede mantener sin pervertirse en un ojo que hurga ansioso todos los cajones, todas las eternas posibilidades de realidad.
Es el momento del primer desengaño, o una primera caída. ¿Cómo mantener una conciencia de sí mismo, como ser un lugar único, como disponer de la voluntad, transformar el espacio, el destino, constantemente, sin desesperar.
“Al traspasar mi umbral, ha dejado caer en él una “i” minúscula, ínfima “i” de alguna palabra perdida que en un momento tuvo un significado cualquiera”
El sujeto esta conciente de la naturaleza de los instantes, cada uno, una letra de la realidad, pero, porqué la ausencia de asombro y verdad. La razón esta dominando al sujeto, y con el ha pasado a dominar su voluntad una lógica probabilística carente del sentido del sí mismo. El fin ha superado al medio.
“Mientras viva en esta casa bien me cuidare de no pisarla. Haré un rodeo y le haré un saludo. Y ella permanecerá en mi umbral como una centinela que impida salir a las calles mis preocupaciones domésticas, e impida entrar a casa mis visiones callejeras.”
Sin duda se busca una paz, un silencio, pero con desesperación implícita.


Septiembre, Octubre: El sujeto intenta por última vez encontrar la distancia entre partes y todo. Primero el mar es una ola, el todo completo. Luego esta ola es una marcha común, uniforme, sobre una sola voluntad. Luego en la rompiente la razón deja de trabajar y la percepción pura vislumbra al sujeto sobre las partes más pequeñas, las gotas, átomos del mar, cada una de ellas se ha individualizado. Es un examen de conciencia objetiva, que se vuelve sobre el análisis de la razón. Ésta se dibuja en la conciencia al parecer armónicamente, pero el sujeto desaparece de la narración. Todo es mar, todo es observación. De pronto es ciencia, puro lenguaje objetivo, libre de escollos. Y qué son los escollos: ¿No habrá otro medio, un sendero extraviado, un rodeo que evite los escollos? ¿Obligación de pagar a nuestra vieja amiga “literatura” con una frasecilla a su entero gusto? Literatura. Y ante estas razones, el sujeto calla. Silencioso vuelve a la orilla del mar.

Ahora bruscamente lo irracional asoma como el reverso de la moneda. Predomina la ensoñación de todas formas. El sujeto no puede establecer la distancia. No puede asumirse todo consciente de sí frente la experiencia del mundo. Lo ha traicionado su pensamiento mecánico. Su logos pervertido en el ansia.

Hay un viaje al infierno, tópico recurrente en la literatura, instante de purificación, de expiación.
Desiderio Longotoma aparece encarnando al demonio, (rostro mefistofélico). Misteriosamente siempre ha estado con el. Ha sido el quien ha evitado su lectura del Quijote el mes de enero. Podría creerse que son uno sólo y que este último recién vuelve a flote. Que es un yo más dentro del sujeto de la narración, que ahora se enfrenta con la parte opuesta de sí. Viene a subvertir sus últimas creencias. Viene a reivindicar la cotidianeidad que representa: “...debo proceder a cambiar de centro sus ya referidas convicciones y restablecer el equilibrio y la verdad poniendo arriba lo que está abajo y abajo lo que está arriba”. Le ofrece un árbol, el árbol de coral que ha abarcado al mundo, le pide que se una a él, que renuncie a su individuación. Y el sujeto cede. Nula experiencia y pérdida de la conciencia de sí. Fracaso del viaje.

Noviembre, Diciembre: El sujeto ha establecido una relación amorosa. Ésta tiene todas las características de un pacto. No hay encuentro común, salvo una vez de cada 8.
El teléfono en la oreja representa a Camila incrustada en su oreja, como un parásito que roba su quietud con su risa, y que más encima, se niega a amarle. El sujeto depende de Camila, y ésta, le cobra su oreja, su quietud. Le atormenta con su risa que asegura la farsa.
El sujeto ha cedido su individualidad, su integridad y aunque se aleje de la risa de Camila esta fuera de su centro. No hay conciencia de sí mismo, hay vacío. Horror al vacío.
Sujeto permeable. Retorno al estado inicial “Lentamente el hábito empezó a adueñarse de mí. Todo mi organismo se adaptaba a este nuevo modo de existir.” Comienza otra vez el desgaste.
El doctor –otra vez ligado a la muerte, esta vez de la conciencia, y la incitación a la involución (S.S. Orangután)- opera su oreja. “Hoy ha venido, me ha cloroformado y me ha operado [...] Y yo, hoy, he vuelto a oír la vida.”

“Hoy he regresado de un largo viaje”, el inicio de Diciembre marca el regreso estacionario del viaje en busca de la conciencia constante de sí. Se embarca en la involución. Recorre ciudades, es un Orangután de percepciones sin conciencia ordenadora. Su pensamiento es absurdo como sus notas. No repara en el hecho de visitar una “Alegre y pintoresca ciudad en medio de una vasta y plácida bahía” que se desdobla en ‘deja-vues’. Solo recuerda estupideces.

Fin del Circuito, Diciembre 31.
Convertido en un sujeto común, es capaz de releer todo lo que ha escrito y solo rescatar el antecedente formal del diario. Roza la perfección su ‘Hoy he’, seguido de un participio. Seguramente tendrá impulsos de leer el Quijote a continuación, y quizás no alcance su altruismo y buena voluntad para con su desgaste, y tenga que terminarlo más tarde, tal vez en Enero.
Solo un sujeto con nula conciencia asegura: perfección = molde = calle = auto = árbol = pá-ja-ro = etcéteras. Un requisito para esa vida no sentirla.

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Notas

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[1] Miguel Serrano, “Memorias de Él y Yo, Cuarto Volumen” Ed. La nueva edad. Pags. 141-144
[2] “Hay que mirar con el consciente y lo inconsciente, para que se termine el ensueño, aun el sueño de la noche, pues, si todo se pone en el esfuerzo, ya no resta nada para soñar” (Ibid.)
[3] Dante Alighieri, “Divina Comedia”, Ed. Cátedra, 2001.
[4] Juan Emar, “Un Año”, Pag.17 Ed. Sudamericana.
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[7] “-Mira esta puerta, gnomo!, proseguí. –Tiene dos caras. Coinciden aquí dos caminos que nadie ha recorrido aún hasta su término. Este largo camino hacia atrás es una eternidad; y este largo camino hacia delante es otra eternidad. Se contradicen estos caminos; chocan de frente, -y bajo esta puerta es donde coinciden. Más si uno siguiese hacia delante –cada vez mas adelante, ¿crees gnomo, que los dos caminos se contradicen eternamente? [...] ¿Y no se hallan todas las cosas tan estrechamente entrelazadas que este instante determina todas las cosas por venir? ¿Y a sí mismo también?” F.Nietzsche “Así hablaba Zaratustra”. (De la visión y el enigma)
[8] “...predicaban la doctrina de “estar alerta”, de “despertar”. Según ellos, la vida se desenvuelve en un círculo de ensoñación, girando la mente del hombre entre cascarones de imágenes inconclusas, proyectos de ideas, vagas sensaciones, reflejos de sueños diurnos y nocturnos que ocupan la atención de las veinticuatro horas del día y de la noche, aún en el trabajo, ejecutado mecánicamente, “inconscientemente. [...] La técnica que trataron de imponer para el logro del “despertar” es un poco la ciencia de lo absurdo, de los hechos gratuitos, de las acciones inesperadas e ilógicas, con el objetivo de producir “choques” capaces de mantenernos despiertos. Es, sin embargo, una técnica esencialmente racionalista...” Miguel Serrano, Op. Cit.
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Bibliografía:
Juan Emar, “Un Año”.
P. D. Ouspensky, “Psicología de la posible evolución del hombre”.
F. Nietzsche, “Así hablaba Zaratustra”.
Miguel Serrano, “Memorias de Él y Yo, Cuarto Volumen”.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hay formas de ver, de vivir, diferentes en una. La de Emar fasinante. Un lucido.

9:10 p. m.  
Blogger Unknown said...

Grande Davo. Es una iluminadora reflexión.

11:25 p. m.  

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