mayo 22, 2009

Pedro Prado, de 'Los Pájaros Errantes'





MI CANTO


No sé lo que voi a decir. Ignoro lo que voi a cantar.
Mi voz aun está en el fondo de mi mismo.
Sonrio como una madre que siente a su hijo ajitarse en las entrañas.
Al igual que ella, yo no sé si mi canto será rudo como un hombre o tierno como una mujer.
No lo sé; pero estoi cierto de que vive i se nutre silenciosamente.
No lo sé; pero sonrio imaginando su belleza.
Cuando él nazca, yo también estaré entre la vida i la muerte.
I cuando él pueda valerse por sí solo i lleguen mis amigos, yo lo presentaré
orgulloso y embelesado.
I el cantará con su voz pura i juvenil.
Mis amigos sonreirán indiferentes y yo no diré nada, nada...
Sólo sufriré, porque sus palabras, como aves perseguidas, buscarán mis oídos con insistencia.
Sólo sufriré, porque mi canto no tiene cabellos que poder acariciar, ni ojos que poder besar,
ni cuerpo que protejer entre mis brazos tristes i paternales.



EL RUMBO


Cuando las estrellas aparecen tímidas en el cielo morado del crepúsculo, surjen puros i melancólicos pensamientos como nacientes reflejos encendidos por los astros en aguas tranquilas.
Los primeros murciélagos, que salen de los tejados ruinosos, se mezclan a las últimas golondrinas que buscan el abrigo de los aleros; i las ájiles y absorbentes preocupaciones del día se encuentran con las calladas meditaciones nocturnas.
En el comienzo de esta noche de Noviembre, llena con los cantos de los grillos i con mis inquietudes, veo crecer los astros.
I veo crecer los astros, mientras recuerdo el pájaro que hoi ví caer a los disparos de un cazador.
Volaba el ave tranquilamente, cuando vino el segundo en que toda la maravilla de su vuelo i de suvida se interrumpió para siempre.
Pero aun en tierra conservaba sus alas estendidas.
Pensando en ello, ya sé que habrá una cosa que no finiquitaré, existe una esperanza que no veré cumplida, moriré dejando algo iniciado.
Mas mi forzado i violento reposo seguirá indicando un rumbo, a semejanza del que conservan las alas estendidas de los pájaros muertos en su vuelo.



LA LUNA


El barco se mecía en el mar como una cabeza que reposa en el seno de una buena mujer.
El cielo estaba lleno de las primeras estrellas i su mano dormía al abrigo de mis manos.
No hacíamos ningún movimiento, ni proferíamos una sóla palabra, pero yo la acariciaba con mi quietud.
Sin mirarla veía que su hermosura acrecentaba la pureza del aire.
Como un vaso lleno de vino nuevo que fermenta, una alegría silenciosa desbordaba mi corazón al igual de la espuma que desciende i corre sin ruido.
Surjía la luna hecha un milagro del mar, i su reflejo, cada vez mayor i más espléndido, semejaba un cardúmen de peces de oro en busca de un alimento maravilloso.
Al ver la luna ella oprimió mi mano.
Buscamos ayuda para afrontar el peligro o aumentar el disfrute de la belleza.
-La luna nos sigue-, dijo su voz.
I en verdad que la luna parecía unirse a nuestra marcha i seguir el mismo rumbo que nuestro barco.
-Los buques que ahora cruzan el mar ven cómo la luna huye con nosotros.
-Tú sabes, le dije, -que todo es una ilusión, pero me siento feliz de que tu injenua fantasía me regale con un sueño absurdo y hermoso.
-Si, la luna nos sigue, oh! mi bien amada; la luna va a donde nosotros vayamos, i hasta el reguero que vuelca sobre el mar, va en pos de nosotros como la blanca estela que sigue a la popa del barco.
-Mas nuestros ojos no despojan a otros de la luna; nuestro viaje, que la arrastra consigo, la lleva i la deja a un mismo tiempo.
-La luna, oh! mi bien amada, como tantas otras cosas lejanas i grandes, se presenta ante nos, como hecha a nuestra breve medida.
-Ella parece, en la copa del cielo, una fruta dorada, i cada cual la cree suya porque la imajina ligada a sus andanzas.
-Y en tanto la luna, oh!, mi bien amada, es el conjunto de todas esas ilusiones parciales.
-No es sólo un camino de luz el que la luna traza en el mar.
-Si nos eleváramos a gran altura, tú verías que ni todo el mar es capaz de contener su reflejo; él tambien cae sobre los valles i sobre las montañas, sobre el aire i mas allá de la tierra i de toda cosa que pueda acusar que la luz pasa, porque ella surje i se ilumina.



EL PAJARO MUERTO


Bajo las ramas de unas vides silvestres, dos niños pequeños encontraron un pájaro muerto que ya perdía el lustre y los azules cambiantes de su negro plumaje.
El niño lo vió el primero; pero fue la mujercita quien lo tomó entre sus brazos i lo adoptó como hijo querido.
Ella no permitía que su hermano curioseara en el pájaro muerto, i hacia jestos que indicaban cuánto se preocupaba de no turbar su sueño.
Cada hora, de los días que siguieron, trajo i ofreció un interes distinto al espíritu veleidoso del niño; sólo la madrecita fué fiel a su constante i único amor.
Llegaba la noche i la luna la sorprendía arrullando a su hijo con canciones sin sentido, mui semejantes a las canciones de los pájaros.
Cantaba un medio día, sentada en el quicio de su puerta, bajo las movibles sombras de las madreselvas.
Un olor malo i molesto turbaba su voz; pero luego su acento volaba alegremente, como el humo de las fogatas campesinas.
El olor malo persistía. La madrecita quedó pálida i silenciosa cuando, entreabriendo las ropas que cubrían a su hijo, vió que, por el cuerpecillo del pájaro muerto, andaban los gusanos.
Arrodillada lloraba su asombro; el hermano acudió a los lamentos de la hermana.
Turbado ante el pequeño pájaro que desaparecía, el niño tomó a la madrecita de la mano i la llevó lejos.
I como si él supiese algo, confuso pero lleno de vanidad, trató inútilmente de esplicar lo que ninguno de ellos comprendía.

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1 Comments:

Blogger Daniela Acosta said...

Pero Daví, a la horita!!!
Tas loco!

9:31 p. m.  

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