febrero 14, 2009

El Jinete noble y el sonido de las palabras. III. [Wallace Stevens]




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Supongamos que intentamos ahora construir la figura de un poeta, de un posible poeta. No puede ser el auriga que recorre el espacio vacío, por etéreo que sea. Debe haber vivido enteros los dos mil últimos años, y aún más, y debe haberse instruido, lo mejor que le haya sido posible, mientras los recorría. Habrá pensado que Virgilio, Dante, Shakespeare y Milton se situaban en remotos parajes y en remotos tiempos; que sus hombre y mujeres eran los muertos -y no los muertos que yacen en la tierra, sino los muertos que todavía viven en esos remotos parajes y remotas edades, los que viven en la tierra o debajo de la tierra, o bien en los cielos- y se maravillará ante esas vastas imaginaciones en las que lo lejano se vuelve próximo y lo que está muerto vive con una intensidad que supera todo lo experimentado en la vida. Aunque durante su larga vida haya pesenciado una transformación general de la realidad, considerará que su propia capacidad como poeta, a pesar de todas las pasiones de todos los enamorados de la verdad, viene dada por su facultad de abstraerse y de llevar consigo a su abstracción la realidad en que insisten los enamorados de la verdad. Debe ser capaz de abstraerse y tambien de abstraer la realidad, lo que consigue situándola en la imaginación. Sabe perfectamente que él no puede ser un jinete demasiado noble, que no puede cabalgar arrogantemente, con casco y armadura, en un corcel de imponente bronce. Volverá a acordarse de Milton y de lo que se dijo sobre él: que "la necesidad de escribir para ganarse la vida embota la capacidad de apreciar la escritura cuando alcanza la altura de la perfección. Su calidad desconcierta a nuestros apresurados escritores, que están prontos a condenarla por preciosista y afectada. Y si para estos los poderes musicales y creativos de las palabras transmiten poco placer, cuán anacrónica e irrelevante encontraran... la música de los versos de Milton." Don Quijote le impondra la tesitura de elegir, de tomar una decisión con respecto a la imaginación y a la realidad; y descubrirá que no se trata de elegir la una a costa de la otra, ni de tomar una decisión que las separe, sino de algo más sutil, del reconocimiento de que, también aquí, entre estos dos polos, existe una interdependencia universal, y de ahí que su elección y su decisión haya de ser que son iguales e inseparables. Para poner un único ejemplo: cuando Horacio dice en Hamlet:

Ahora se quiebra un alma noble. ¡Buenas noches, dulce príncipe, y que bandadas de ángeles te canten hasta dormirte!

¿no son iguales e inseparables la imaginación y la realidad? Sobre todo, él no se olvidará del general Jackson ni del cuadro de los Caballos de madera.



Dije de este cuadro que era una obra donde todos los elementos eran favorables a la realidad. Espero que haya bastado con el uso de esa desnuda palabra. Pero, descontando la gama de significados que tiene para el pensamiento, abarca todas sus imágenes naturales y sus connotaciones no tienen límite. Bergson describe la percepción visual de un objeto inmóvil como el más estable de los estados internos. Dice: "El objeto puede permanecer siendo el mismo, yo puedo mirarlo desde el mismo lado, con el mismo ángulo, a la misma luz; no obstante, la visión que ahora tengo difiere de la que acabo de tener, aunque sólo sea porque una corresponde a un instante posterior a la otra. Esta ahí mi memoria, que transmite al presente algo del pasado."
El Dr. Joad comenta sobre esto: "Algo similar ocurre con las cosas exteriores. Todos los cuerpos, todas las cualidades de los cuerpos, se descomponen en un enorme número de vibraciones, de movimientos, de cambios. ¿Qué es lo que vibra, lo que se mueve, lo que cambia? No hay respuesta. La filosofía ha rechazado hace mucho tiempo la noción de sustancia y la física moderna ha refrendado este rechazo... ¿Cómo, entonces, se nos aparece el mundo a nosotros como una serie de objetos sólidos y estáticos que ocupan un lugar en el espacio? Debido al intelecto, que nos presenta una falsa visión".

El poeta tiene su propio significado de la realidad, y lo tiene el pintor, y lo tiene el músico; y además de lo que ésta significa para la inteligencia y para los sentidos, significa algo para cada cual, por así decirlo. A pesar de lo cual, la palabra en su sentido general, que es el sentido en que la he usado, se adapta instantáneamente. El tema de la poesía no es esa "serie de objetos sólidos y estáticos que ocupan un lugar en el espacio," sino la vida que se vive en el escenario que la serie compone; de manera que la vida no es el escenario exterior sino la vida que se vive en ese escenario. La realidad consiste en las cosas tal cual son. El sentido general de las palabras hace proliferar los sentidos especiales. Es en sí mismo una jungla. Como en el caso de una jungla, todo aquello que la compone tiene bastante más color. En primer lugar, pues, hay una realidad que se da por supuesta, que está latente y que, en conjunto, se ignora. Ése es el cómo estado vital de Estados Unidos en la década de los ochenta (s. XIX) en la de los noventa y en la primera del siglo actual (s. XX). A continuación hay una realidad que ha dejado de ser indiferente, los años en que los victorianos fueron liquidados y las minorías intelectuales y las minorías sociales comenzaron a ocupar su lugar y a convertir nuestro estado vital en algo que no podía ser definitivo. Esta realidad mucho más vital hizo que la vida que la había precedido se pareciera a un volumen de láminas coloreadas de Ackermann o a los libros de Töpfer de apuntes sobre Suiza. Estoy intentando transmitir cuál fue la sensación. Así era la realidad hace veinte o treinta años. Digo que era una realidad vital. La frase da una falsa impresión. Era vital en el sentido que era tensa, de que estaba imbuida de fatalidad o de lo que podría ser fatal. Las minorías comenzaron a convencernos de que los victorianos no habían dejado nada tras de sí. Los rusos siguieron a los victorianos, y los germanos, a su manera, siguieron a los rusos. Directa o indirectamente, el Imperio Británico era lo que había quedado atrás y sobre lo que no se podía estar seguro de si era un escudo o una diana. La realidad se volvió violenta y así ha seguido siendo. Todo esto hay que decirlo para dejar un poco más claro que al hablar de la presión de la realidad estoy refiriéndome a la situación de violencia, no de violencia física todavía para los que vivimos en América, pero sí de violencia física que afecta a millones de nuestros amigos y a aún más millones de nuestros enemigos, y lo que podía denominarse una violencia espiritual que afecta a todo el que está vivo.

Un poeta posible debe ser un poeta capaz de resistir o eludir este último grado de presión de la realidad, con el convencimiento de que el grado actual pueda ser mañana un grado más mortífero. Sin embago, no tiene sentido dramatizar el futuro anticipándose a los hechos. Yo me limito al bosquejo del posible poeta, con sólo el mínimo detalle de su telón de fondo.




Primera parte.
Segunda parte.
Continuación.