febrero 14, 2009

El Jinete noble y el sonido de las palabras. II. [Wallace Stevens]

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Estos ejemplos de las relaciones entre la imaginación y la realidad constituyen un esbozo a partir del cual indicar una tendencia. Su utilidad es ésta: que ayudan a poner en claro algo de lo que nunca debió dudar nadie, que exactamente igual que esta o aquella obra pueden variar en grado de imaginación y de realidad, asimismo pueden existir tales variaciones entre las obras de una época y las de otra. Lo que he dicho hasta ahora viene a suponer esto: que la idea de nobleza sólo existe en el arte actual en formas degeneradas o en un estado capitidisminuido, si es que, de hecho, existe en alguna medida o existe en otra forma que la del sufrimiento; y que esto se debe a un fallo en las relaciones entre imaginación y realidad.


Wordsworth


Cómo varía el sonido que tienen las palabras en una época y el que tienen en otra es un ejemplo de la presión de la realidad. Tomemos la afirmación de Bateson de que una lengua, considerada desde el punto de vista semántico, evoluciona a través de una seria de conflictos entre las fuerzas denotativas y las connotativas de las palabras; entre un ascetismo que tiende a matar el lenguaje al despojar a las palabras de cualquier asociación y un hedonismo que tiende a matar el lenguaje al disipar el sentido de las palabras en una multiplicidad de asociaciones. Estos conflictos no son más que cambios en las relaciones entre la imaginación y la realidad. Bateson describe el siglo XVII inglés como un periodo predominantemente connotativo. El uso de las palabras en sentido connotativo fue denunciado por Locke y Hobbes, quienes deseaban una claridad matemática; en suma, palabras perspicuas. Luego siguió, en el siglo XVIII, una era de lenguaje poético. Ésta no fue la lengua de la época, sino una lengua de la poesía y propia de ésta. Con el tiempo, Wordsworth llegó a escribir el prefacio a la segunda edición de las Baladas líricas (1800), donde decía que el primer volumen había sido publicado "como un experimento que, esperaba yo, pudiera tener cierta utilidad para averiguar hasta qué punto, al adaptar a las disposiciones métricas una selección del auténtico lenguaje de los hombres con toda su viveza sensorial, es posible impartir la clase y la cantidad de placer que el Poeta se esfuerza racionalmente en impartir."


Freud


Conforme fue avanzando el siglo XIX, el lenguaje volvió a ser connotativo. Si bien ha habido reacciones intermedias, esta tendencia hacia lo connotativo sigue siendo la tendencia actual. El interés por la semántica así lo demuestra. En el caso de alguno de nuestros prosistas, como por ejemplo Joyce, el lenguaje es absolutamente connotativo por procedimientos muy diversos. Cuando decimos que Locke y Hobbes denunciaron el uso connotativo de las palabras como un abuso, y cuando hablamos de reacciones y de reformas, estamos hablando, por una parte, del fracaso de la imaginación para apegarse a la realidad y, por otra parte, de un uso del lenguaje favorable a la realidad. La afirmación de que la tendencia habia lo connotativo es la tendencia actual, es debatible. El movimiento general de las artes, quiero decir, de la puntura y la música, ha tenido lugar en sentido opuesto. Es difícil decir que se tiende hacia lo connotativo en el uso de las palabras sin decir también que se tiende hacia la imaginación en otras direcciones. El interés por el subconsciente y por el surrealismo es una prueba de la tendencia hacia lo imaginativo. La observación de Boileau sobre que Descartes había degollado a la poesía es una observación que se podría haber hecho a propósito de un gran número de personas durante los últimos cien años, y a nadie se le aplica mejor que a Freud, quien, casualmente, estaba familiarizado con el dicho y lo repite en El futuro de una ilusión. El objetivo de este ensayo era proponer la rendición a la realidad. Su premisa era que el inequívoco carácter de la situación actual no consiste en que las promesas de la religión se hayan vuelto menores sino en que resultan menos creíbles para la gente. Freud señala el declive de las creencias religiosas y discrepa del argumento de que el hombre no puede habérselas en general sin el consuelo de lo que él llama la ilusión religiosa y con que, sin ese consuelo, no podría soportar las crueldades de la realidad. Su conclusión es que el hombre debe aventurarse por fin en el mundo hostil y que eso podría denominarse la educación en la realidad. Hay muchas más cosas en ese ensayo contrarias a la poesía y no es la menos importante el comentario que aparece en una de las últimas páginas de que "la voz del intelecto es una voz suave, pero que no descansa hasta haberse ganado al público". Esta voz, me temo, se pretende que sea la voz del realista.

La tendencia del lenguaje hacia lo connotativo bien pudiera ser paralela a la tendencia de otras artes hacia lo denotativo. Acabamos de ver que ésta es de hecho la situación. Supongo que el presente siempre se nos aparece con una complejidad ilógica. El lenguaje de Joyce concuerda con las dilapidaciones de Braque y Picasso y la música de los austriacos. En la medida en que esta pintura y esta música son obra de hombres que la consideran parte de la ciencia de la pintura y de la ciencia de la música, es obra de realistas. En realidad, su efecto es el de la imaginación, lo mismo que el efecto de la pintura abstracta es a menudo el de la imaginación, aunque puede ser distinto. En una carta a su esposa Busoni decía: "He hecho el doloroso descubrimiento de que nadie ama ni siente la música." Muy probablemente, al razón de que hoy se dé en el lenguaje una tendencia hacia lo connotativo es que existen muchas personas que lo aman y lo sienten. Tal vez Braque y Picasso amen y sientan la pintura, y tal vez Schönberg ame y sienta la música, aunque da la sensación de que lo que aman y sienten es otra cosa.

La tendencia hacia lo connotativo, en el lenguaje como en cualquier otro campo, no puede proseguir contra la presión de la realidad. Si es la presión de la realidad lo que controla la poesía, la inmediatez de diversas teorías poéticas ya no es lo que era. por ejemplo, cuando Rostrevor Hamilton dice: "El objeto de la contemplación es el contenido sumamente complejo y unificado de la conciencia, que se va constrituyendo mediante la evolución de la actitud subjetiva del perceptor," no está pensando en un contenido de la conciencia como el que experimenta actualmente cualquier lector de prensa.

A modo de ilustración adicional, permítaseme cital la conferencia que dio Croce en Oxford en 1933. Dijo Croce: "Si... la poesía es intuición más expresión, la fusión de sonidos e imágenes ¿cuál es el material que adopta la forma de los sonidos y las imágenes? Es el hombre entero: el hombre que piensa y dispone, que ama y odia; el que es fuerte y es débil, sublime y patético, bueno y malo; el hombre exultante de vida y el agónico; y junto con el hombre, interada con él, toda la naturaleza en su perpetua tarea de evolucionar... La poesía... es el triunfo de la contemplación... El genio poético elige un sendero estrecho en el que la pasión se sosiega y el sosiego se apasiona."

Croce no pudo estar pensando en un mundo en el que toda la vida normal está al menos en suspenso, o bien, si se prefiere, bloqueada. Estaba pensando en la experiencia humana normal.

Al margen por completo del aspecto anormal de la vida diaria contemporánea, existe el aspecto normal de la misma. El espíritu de la negación ha sido tan activo, tan seguro de sí mismo y tan intolerante, que los lugares comunes sobre los románticos nos inducen a preguntarnos si nuestra salvación, si la salida, no es lo romántico. Todas las grandes cosas han sido negadas y vivimos en una maraña de nuevas mitologías locales, políticas, económicas y poéticas, que se refuerzan con una incoherencia constantemente en aumento. Esto va acompañado de la ausencia de toda autoridad que no sea la fuerza operativa e inmediata. Lo que se ha denominado la denigración de la razón es un ejemplo de la falta de autoridad. Encendemos la radio y descubrimos que los cómicos encuentran divertido el uso en público de palabras de más de dos sílabas [en inglés se considera que la dificultad o altura cultural de las palabras depende del número de sílabas]. Leemos sobre la inauguración de la National Gallery de Washington y llegamos finalmente al convencimiento de que los cuadros son falsos, de que los museos son imposiciones y de que Mr. Mellon [Andrew W. Mellon, banquero, coleccionista y fundador del museo en cuestion] fue un monstruo. Tomamos una reciente traducción de Kierkegaard y lo encontramos diciendo: "Mucho se ha dicho sobre que la poesía lo reconcilia a uno con la existencia; mejor sería decir que lo incita a uno contra la existencia; pues la poesía es injusta con los hombres... sólo es útil para los elegidos, pero ésta es una pobre suerte de reconciliación. Pondré el caso de la enfermedad. la estética replica con orgullo y absoluta coherencia: La estética llega a su culminación... al contemplar la enfermedad según el principio enunciado por Frederich Schlegel: " [Sólo la salud merece ser amada.]

La enorme influencia de la enseñanza al dotar a todo el mundo de unos pocos conocimientos, y al dotar a grandes grupos de considerablemente más: algo de historia, algo de filosofía, algo de literatura; la expansión de la clase media con su preferencia por las satisfacciones realistas; la difusión entre las masas humanas de las ideas de los pensadores liberales, incluso cuando la difusión es indirecta, como se constata al catalogar las razones en nombre de las cuales la gente se opone a las ideas a que se opone, todo esto son aspectos normales de la vida cotidiana. Lo mismo nuestra forma de vivir que nuestra forma de trabajar nos arrojan a la realidad. Si se construyeran cincuenta casas particulares este año en Nueva York, eso constituiría un fenómeno. Ya no vivimos en casas sino en proyectos urbanísticos, y es así tanto si el proyecto es literalmente un proyecto como si es un club, una residencia de estudiantes, un campamento o un piso en River House. No se trata únicamente de que seamos más y de que verdaderamente estemos más apretados. Estamos más apretados en todos los sentidos. Estamos en la cama y escuchamos una emisión de radio de El Cairo, etc. No existen las distancias. Estamos íntimamente relacionados con personas que nunca hemos visto y, por desgracia, ellos tienen la misma intimidad con nosotros. Demócrito se arrancó los ojos porque no podía ver a una mujer sin pensar en ella como mujer. Si hubiera leído algunas de nuestras novelas, se habría descuartizado. El Dr. Richards ha señalado "el generalizado aumento de la aptitud del entendimiento medio para la introspección autodisolvente, la en general agudizada conciencia de los devaneos de nuestro propio entendimiento, como meros devaneos." Esto no aporta nada a la en general agudizada conciencia de los devaneos de los entendimientos de las demás personas como meros devaneos. Nuestra forma de trabajar resulta bastante más inaccesible a la imaginación de lo que indica la muy civilizada revolución que se está produciendo con respecto al trabajo. Se trata, en general, de una revolución por un mejor salario. Todos nuestros visitantes nos han asegurado que el hombre de negocios norteamericano está absorbido por sus negocios y que nada se puede ganar de ponerlo en duda. En cuanto a los trabajadores, baste con decir que la palabra ha pasado a ser literaria. Se han convertido, en su trabajo, frente a las máquinas, en algo que se aproxima a una abstracción, a una energía. Debe estar al llegar el día en que, al salir de las fábricas, atravesarán una cámara de aire o un bar que los reanime para poder amotinarse y para poder leer. Lamento tener que agregar a lo anterior, para quien piensa, como piensa el Dr. Richards, que la poesía es el uso supremo del lenguaje, que algunas universidades extranjeras parecen guardar la misma relación con las nuestras, en lo tocante a los asuntos de la imaginación, que Verroccio con el escultor de la estatua del general Jackson.

Sin embargo, no son éstas las cosas en que estoy pensando cuando hablo de la presión de la realidad. Todo esto constituye la deriva de los incidentes, a la que nos acostumbramos lo mismo que al clima. El materialismo es un cuento viejo y no tiene importancia. Robert Wolseley dijo: "El verdadero genio... penetrará en las cosas más duras y más áridas, enriquecerá el suelo más yermo, e informará la materia más miserable y más repulsiva... cuanto más bajo, más vacío, más oscuro, más horrible y menos susceptible de adorno parezca ser el tema, más es de alabar el Poeta... el cual, como dice Horacio de Homero, saba sacar Luz del Humo, Rosas del Estercolero, y otorgar alguna clase de Vida a lo Inanimado..." (Prefacio a Valentinian de Rochester, 1685, en English Association Essays and Studies de 1939). Con la presión de la realidad, me refiero a la presión que ejercen sobre la conciencia los acontecimientos exteriores, hasta el punto de excluir toda capacidad contemplativa. La definición debería ser exacta, aunque, tal como está, quizás sólo sea pretenciosa. Pero cuando se está intentando pensar sobre toda una generación y sobre un mundo en guerra, e intentando al mismo tiempo ver lo que le está ocurriendo a la imaginación, sobre todo si uno cree que esto es lo que más importa, la más llana exposición de lo que está ocurriendo es fácil que parezca afectada.





Desde hace ya más de diez años, la presión de las noticias ha sido extraordinaria: digamos que noticias incomparablemente más pretenciosas que cualquier descripción que se haga, noticias, al principio, sobre el colapso de nuestro sistema o bien, podríamos decir, de la vida, luego noticias sobre un mundo nuevo, pero sobre un mundo nuevo tan incierto que nada se sabía sobre su índole, ni tampoco se sabe ahora, y no se acertaba a decir si seria paninglés, panalemán, panruso, panjaponés o pannorteamericano, y tampoco se acierta a decirlo ahora [1940]; y, por último, noticias de una guerra, que era una reanudación de la que, si no fue la más grande de las guerras, se convertiría en tal con esta continuación. Y, durante más de diez años, la conciencia del mundo se ha concentrado en acontecimientos que han hecho que el movimiento ordinario de la vida se parezca a los movimientos de las personas en los intervalos de una tempestad. La revelación de la mutabilidad del pasado sugería, y sugiere, la mutabilidad del futuro. Poco de lo que habíamos creído ha resultado cierto. Sólo las profecías son ciertas. El presente es una ocasión para arrepentirse. Esto es sobradamente sabido. La guerra tan sólo es un parte de un todo belicoso. No es posible volver la vista atrás y ver que lo mismo era cierto en el pasado. Es una cuestión de presión, y la presión es incalculable y escapa al historiador. Se considera que la época de Napoleón tuvo poco o ningún efecto sobre los poetas y los novelistas que la vivieron. Pero Coleridge y Wordsworth, y Sir Walter Scott y Jane Austen, no tuvieron que aguantar a Napoleón y a Marx, y a Europa, Asia y África, todos al mismo tiempo. Parece posible decir que se enteraron de los acontecimientos de su tiempo tanto como nosotros de los bombardeos en la China interior, pero en absoluto como nosotros sabemos de los bombardeos de Londres o, mejor dicho, como nos enteraríamos de los bombardeos en Toronto o Montreal. Otra parte del todo bélico al que no reaccionamos tanto como a las noticias de la guerra es el impusto sobre la renta. Los impresos de la declaración son especímenes de prosa matemática. Excitan el instinto de conservación de una clase en la que ese instinto ha quedado olvidado. Virginia Woolf pensaba que el impuesto sobre la renta, de pervivir, beneficiaría a los poetas al ampliar su vocabulario, y yo me atrevo a decir que tenía razón.

No es posible afirmar que la era napoleónica fuese el final de una era de la historia de la imaginación y el comienzo de otra, pero nos aproximamos más a la verdad si lo afirmamos con respecto a la Revolución Francesa. La derrota o el triunfo de Hitler forman parte de un todo bélico, pero el destino de los individuos es distinto del destino de las sociedades. Con razón o sin ella, tenemos la sensación de que el destino de una sociedad depende de los ordenados desórdenes del momento actual. Nos enfrentamos, por lo tanto, a una seria de acontecimientos que no sólo están más allá de nuestras fuerzas para apaciguarlos mentalmente, más allá de nuestras fuerzas para reducirlos o metamorfosearlos, sino que excitan las emociones hasta la violencia, que nos implican en lo que es directo, inmediato y real, y que conllevan conceptos y sanciones que constituyen el orden de nuestra vida y que pueden implicar a nuestra propia vida; y estos acontecimiento están ocurriendo de manera continuada, cada vez con peores augurios, en lo que podríamos decir nuestra presencia. Éstas son las cosas en que estaba pensando cuando hablé de la presión de la realidad, una presión lo bastante intensa y lo bastante prolongada para dar lugar al final de una era en la historia de la imaginación y, de ser así, lo bastante intensa para dar lugar al inicio de otra era. Una de las peculiaridades de la imaginación consiste en que siempre se sitúa al final de cada era. Lo que ocurre es que siempre se está agregando a una nueva realidad y apegándose a ella. No se trata de que haya una nueva imaginación, sino de que hay una nueva realidad. Por supuesto, la presión de la realidad puede ser menor que la presión general que he descrito. Esta presión existe para los individuos en función de las circunstancias de sus vidas o las características de su entendimiento. Resumiendo, la presión de la realidad, creo yo, es el factor determinante del carácter artístico de una era y, asimismo, del carácter artístico de los individuos. La resistencia a esta presión, o bien su elusión en el caso de los individuos de extraordinaria imaginación, cancela la presión en lo tocante a esos individuos.


Primera parte.
Continuación.