febrero 14, 2009

El Jinete noble y el sonido de las palabras. IV. [Wallace Stevens]

Dante


5

Aquí estoy, con mi artículo bastante adelantado, con todas las cosas de interés que comencé a decir todavía pendientes. Me interesa la naturaleza de la poesía y he expuesto su naturaleza desde uno de los muchos puntos de vista desde los que es posible presentarla. Se trata de la interdependencia entre la imaginación y la realidad en pie de igualdad. Esto no es una definición, puesto que es algo incompleto. Pero explica la naturaleza de la poesía. Además, estoy interesado en el papel del poeta, el cual es primordial. En este apartado de mi tema, podría esperarse que hablara del deber social, es decir, sociológico y político del poeta. No tiene ningún deber. El que tiene de ser contemporáneo es tan antiguo como Longino y me atrevería a decir que es más antiguo. Pues el que sea contemporáneo es casi inevitable. ¿Cómo de contemporáneos fueron, en el entido directo en que se utiliza la palabra contemporáneo, los cuatro poetas que he mencionado hace un momento? [Virgilio, Dante, Shakespeare y Milton] Yo no creo que un poeta tenga un deber social en mayor medida que tiene un deber moral, y si hay algo relativo a la poesía en que el mundo esté de acuerdo es en que el papel del poeta no hay que buscarlo en la moral. No sé decir hasta dónde alcanza este acuerdo general, porque el acuerdo (al que no me sumo) de que recae sobre el poeta un deber social es igualmente amplio. La realidad es la vida y la vida es la sociedad, más la imaginación y la realidad; lo que quiere decir que la imaginación y la sociedad son inseparables. Esto es especialmente cierto en el caso del drama poético. El drama poético necesita un genio tremendo para ser algo más que una reliquia literaria. Además, el teatro ha olvidado que en un tiempo pudo ser tremendo. Decididamente, no es uno de los instrumentos del hado. Sí: el tema absolutamente dominante de la poesía es la vida, esa fuente inagotable. Pero no es un deber social. Uno no ama y no regresa junto a una anciana madre por el deber social. Se regresa movido por una persuasión que no es posible rechazar. Indiscutiblemente, si un movimiento social lo conmueve a uno con la suficiente profundidad, de ahí se derivarán poemas conmovedores. ninguna política puede dar órdenes a la imaginación, ni puede dirigirla para que haga esto o aquello. Stalin puede rechinar los dientes durante todo un invierno ruso y sin embargo permanecer silenciosos todos los poetas soviéticos durante la primavera siguiente. Podría estumularles la imaginación con algo que dijera o hiciese. Órdenes no les daría. Está singularmente libre del "culto a la pompa" que es el lado cómico del desastre europeo; y eso significa tanto como cualquier otra cosa para nosotros. La verdad es que el deber social que con tanta fuerza se exige es una fase de presión de la realidad que el poeta (en ausencia de poetas dramáticos) se ve forzado a resistir o eludir en la actualidad. En el Purgatorio y en el Paraíso, Dante seguía siendo la voz de la Edad Media, pero no porque cumpliera con ningún deber social. Puesto que esta función es la que más a menudo se exige, si esa función se elimina, y si el posible poeta queda abandonado frente a la vida sin que recaiga sobre él ninguna exigencia, entonces ¿qué pasa? ¿Cuál es su función? Desde luego, no es la de guiar a las gentes en medio de la confusión en que se encuentran. Tampoco es, creo yo, la de consolarlas mientras siguen a sus dirigentes de un lado a otro. Yo creo que su función consiste en hacer que su imaginación sea la de ellos y que sólo se realiza en la medida que ve cómo su imaginación se convierte en luz en el entendimiento de los demás. Este papel, en resumen, consiste en ayudar a la gente a vivir su propia vida. Una y otra vez se ha dicho que no puede dirigirse a una élite, incluso en una sociedad sin clases, salvo, quizás, si eso lo expone a la cárcel y al exilio. En tal caso, es posible que no se dirija absolutamente a nadie. Puede que, como Shostakovich, se contente con fingirlo. No obstante, seguirá dirigiéndose a una élite, pues todos los poetas se dirigen a alguien y esto forma parte de la esencia de ese instinto, y parece que viene a equivaler a un instinto, el que deba dirigirse a una élite, no a una mujeruca sino a una mujer con pelo de pitonisa, no a una cámara de comercio sino a una tribuna de los suyos, si es que existen bastantes de los suyos para llenar una tribuna. Y esa élite, si responde, y no por cortesía sino porque el poeta la ha despabilado, porque el poeta la ha sacado de aquello que andaba persiguiéndo de sí misma y de la vida que la rodea, y que aún no ha terminado de encontrar, hará posteriormente lo que el poeta no es capaz de hacer por sí mismo, quiero decir que recibirá su poesía.

Repito que la función del poeta consiste en ayudar a la gente a vivir su propia vida. Ha participado inmensamente en la tarea de dar a la vida el sabor que tiene, sea el que sea. Ha tenido que participar en todo lo que la imaginación y los sentidos han hecho que sea el mundo. En realidad, ha tenido que participar en la vida, salvo como el intelecto ha tenido que participar en ella, y en este sentido no es menester que nadie nos diga que la poesía y la filosofía son afines. Quiero repetir, por dos razones, unas cuantas observaciones que hizo Charles Mauron. La primera razón es que estas observaciones nos dicen qué es lo que el poeta hace para ayudar a la gente a vivir su vida, y la segunda es que nos preparan el camino para decir algo sobre el escapismo. Son: que el artista nos transforma en epicúreos; que es él quien tiene que descubrir la posible obra de arte que hay en el mundo real, y extraerla a continuación, si es que no es él quien la crea por completo; que es un amoureux perpétuel del mundo que contempla y al contemplarlo enriquece; que el arte se propone dar expresión al alma humana; y, por último, que todo lo que se parece a una comprensión en firme de la realidad queda eliminado del campo artístico. Teniendo presentes estos aforismos, ¿cómo es posible condenar el escapismo? Psicológicamente, el proceso poético es un proceso escapista. La cháchara sobre el escapismo es, a mi modo de pensar, mera gazmoñería. Mis propios comentarios sobre resistirse o evadirse de la realidad, si se analizan, significan escapismo. El escapismo tiene un sentido peyorativo que no puede darse por supesto que va incluido en el sentido en que yo estoy utilizando la palabra. El sentido peyorativo se aplica cuando el poeta no se atiende a la realidad, cuando la imaginación no se atiene a la realidad, y, por mi parte, considero que es fundamental atenerse a ella. Si volvemos sobre la serie de objetos sólidos y estáticos que ocupan un lugar en el espacio, que postulaba el Dr. Joad, y si decimos que el espacio es un espacio en blanco, que no es nada, que no tiene color, y que los objetos, aunque sólidos, carecen de sombra, y aunque estáticos, ejercen un poder tenebroso, y si, sin elaborar esta absoluta pobreza, de repente oímos una descripción diferente y familiar de ese lugar:

This City now doth, like a garment, wear
The beauty of the morning, silent bare,
Ships, towers, domes, theatres, and temples lie
Open unto the fields, and to the sky;
All bright and glittering in the smokeless air.

(Esta ciudad ahora, a manera de ropaje, se inviste
De la belleza de la mañana, desnuda y silenciosa,
De barcos, de torres, de cúpulas, teatros y templos
Que se despliegan a los campos y al cielo,
Todo luminoso y resplandeciente en el aire sin humo.)

[Wordsworth, "On Westminster Bridge"]

si tenemos esta experiencia, entendemos cómo los poetas ayudan a la gente a vivir su vida. Esta ilustración debe servir para todo lo demás. En realidad, existe un mundo de la poesía indiferenciable del mundo donde vivimos, o bien, debería decir, sin duda, del mundo donde vamos a vivir, puesto que lo que hace del poeta la poderosa figura que es, o que era, o que debe ser, es que él crea el mundo al que constantemente volvemos, sin saberlo, y que él aporta a la vida las supremas ficciones sin las que somos incapaces de concebirla.

¿Y qué pasa con el sonido de las palabras? ¿Qué pasa con la nobleza, cuyas fortunas iban a ser una especia de piedra de toque del valor del poeta? No conozco ninguna otra cosa que parezca haber sufrido más con el paso del tiempo que la música de la poesía, y que haya sufrido menos. La necesidad cada vez más profunda de que las palabras expresen nuestros pensamientos y sentimientos, que estamos seguro de que son toda la verdad que jamás conoceremos, exentos de ilusiones, nos hace escuchar las palabras cuando las oímos, amarlas y sentirlas, nos hace buscar su sonido, en pos de una finalidad, de una perfección, de una vibración inalterable que sólo está al alcance del poeta más perspicaz darles. Aquellos de nosotros que hemos meditado sobre el decurso de la poesía, quienes entendemos que las palabras son pensamientos, y no sólo nuestros pensamientos sino los pensamientos de hombres y mujeres que ignoran lo que ellos mismos están pensando, debemos ser conscientes de esto: de que, por encima de todo lo demás, son en poesía, sonidos. Siendo esto así, mi tiempo y el de ustedes habría sido mejor empleado si me hubiese interesado yo menos por tratar de dar una identidad a nuestro posible poeta y me hubiese interesado menos por señalarle cual era su sitio. Pero de no haber hecho tales cosas, podría haberse pensado que era retórico cuando hablaba del modo más sencillo sobre cosas tan importantes que nada lo es más. Las palabras del poeta tratan de cosas que no existen sin las palabras. De ahí que la imagen del auriga y los corceles alados, que se ha tenido por preciosa durante todo el tiempo que nos importa, fuera creada con palabras que remiten a cosas que nunca existieron al margen de las palabras. Una descripción de la escultura de Verrocchio podría componer una ilusión equivalente a la escultura misma. La poesía es una revelación en palabras por medio de las palabras. Croce no hablaba en especial de poesía cuando dijo que el lenguaje es una perpetua creación. Sobre la nobleza, no estoy seguro de que la decadencia de la nobleza, por no decir su desaparición, sea algo más que un desajuste entre la imaginación y la realidad. Hemos estado un poco enloquecidos con respecto a la verdad. Hemos tenido una obsesión. En su última prolongación, la verdad sobre la que hemos estado enloquecidos nos conducirá a mirar más allá de la verdad hacia algo en lo que la imaginación será el complemento necesario. No se trata tan sólo de que la imaginación se apega a la realidad, sino también de que la realidad se apega a la imaginación y de que esta interdependencia es esencial. Podemos emerger de nuestra bassesse y, si emergiéramos, ¿cómo podrá ocurrir si no es gracias a la intervención de alguna fortuna de la mente? ¿Y en qué podría consistir esa fortuna de la mente? Podría no ser más que el sentido común, pero incluso eso, un sentido común más allá de la verdad, sería una nobleza de dilatada genealogía.

El poeta se niega a permitir que su tarea se le imponga. Rechaza tener una tarea y considera que la organización de la materia poética es una contradicción de términos. Sin embargo, la imaginación dota a todo lo que toca de una peculiaridad, y me parece a mí que la peculiaridad de la imaginación es la nobleza, de la que existen muchos grados. La nobleza intrínseca es la fuente natural de otra nobleza que nuestra generación extremadamente terca considera falsa y decadente. Me refiero a la nobleza que constituye nuestra profundidad y nuestra altura espirituales; y si bien sé cuán difícil es formularla, no obstante, me siento obligado a darle un sentido. Nada puede haber más evasivo e inaccesible. Nada se distorsiona tanto ni se disfraza con mayor prontitud. Da vergüenza desvelarla y sus manifestaciones concretas son un horror. Pero ahí está. El hecho de que esté ahí es lo que hace posible invitar a leer y escribir poesía a los hombres con inteligencia y deseos de vivir. No me refiero a lo moral ni a lo altisonante ni nada por el estilo. Su estilo es, en realidad, su dificultad, lo que cada hombre debe sentir de forma distinta cada día y por sí mismo. No estoy pensando en lo solemne, en lo portentoso ni en lo pasado de moda. Por otra parte, estoy eludiendo una definición. Si se definiera quedaría fijada y no debería fijarse. Como en el caso de las cosas exteriores, la nobleza se descompone en un inmenso número de vibraciones, de movimientos, de cambios. Fijarla es poner un límite. Permítanme que se la muestre sin fijarla.


Sunflowers, Jacob Epstein.


El año pasado, Epstein expuso algunos de sus cuadros de flores en las Leicester Galleries de Londres. Un comentarista dijo en Apollo: "¿Cómo puede enfrentarse a esa furia de la belleza... La cita del soneto 65 de Shakespeare precede al catálogo... Sería a propósito para cualesquiera otros cuadros de flores que no sean de Mr. Epstein [Jacob Epstein]. Los suyos no tienen la menor pretensión de fragilidad. Gritan, explotan sobre todo el espacio pictórico y, en general, se oponen a la furia del mundo con tal furia de forma y color como ninguna flor de la naturaleza ni ningún pigmento lo ha hecho desde Van Gogh" [La frase completa de Shakespeare dice: How with this rage shall beauty hold a plea / whose action is no stronger than a flower? (¿Cómo se enfrentará a esa furia la belleza / que no tiene mayor fuerza que una flor?]

¡Qué belleza furiosa gana el verso de Shakespeare cuando se utiliza en tales circunstancias! Si bien tiene sus modulaciones desesperadas, lucha y su lucha es noble. No hay ningún elemento más manifiestamente ausente de la poesía contemporánea que la nobleza. No hay ningún elemento que hayan perseguido los poetas con mayor curiosidad y mayor devoción, convencidos de su oscura existencia. Su voz es una de las voces inarticuladas que corresponde a su oficio de sorprender y recoger. La nobleza de la retórica es, por supuesto, una nobleza sin vida. El epigrama de Pareto según el cual la historia es un cementerio de aristocracias se transforma fácilmente en otro: la poesía es un cementerio de noblezas. Para el poeta sensible, consciente de las negaciones, nada es más difícil que las afirmaciones de la nobleza y, sin embargo, ninguna otra cosa se exige a sí mismo con mayor persistencia, puesto que sólo en estas afirmaciones y en las de su especie se encuentran las sanciones que son las razones de ser del poeta y del éxtasis ocasional, o libertad extática de la mente, que constituye su peculiar privilegio.

Es muy difícil pensar en nada que sea más anacrónico hoy que la nobleza. Mirándola con franqueza, parece falsa y muerta y fea. El mero hecho de mirarla nos hace comprender vivamente que en nuestro presente, en presencia de nuestra realidad, el pasado se ve falso y está, por lo tanto, muerto y es, por lo tanto, feo; y apartamos la vista de él como de algo repulsivo, y apartamos la vista en especial de las características que de alguna manera asume: lo que fue noble en su tiempo, lo que fue grandeza, la retórica de entonces. Pero, así como una ola es una fuerza y no el agua que la forma, la nobleza es una fuerza y no las manifestaciones de que se compone, que nunca son las mismas. Probablemente esta descripción de la nobleza como fuerza será más eficaz que cualquier otra que pudiese haber hecho yo para reconciliarles a ustedes con ella. No es un artificio que el entendimiento haya agregado a la naturaleza humana. Es una violencia interior que nos protege contra la violencia exterior. Es la imaginación que vuelve a presionar contra la presión de la realidad. Parece, en último análisis, tener algo que ver con nuestra autoconservación; y ésta es la razón, sin duda, de que su expresión, el sonido de las palabras, nos ayude a vivir la vida.


*

Primera parte.
Segunda parte.
Tercera parte.

Bajar texto completo.

Ensayo transcrito de, "El ángel necesario. Ensayos sobre realidad e imaginación". Wallace Stevens. 1940. Editorial Visor, traducción de A. J. Desmonts. Madrid, 1994. pp. 15 - 34.